FANTASMAS

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

 

Verdad es que los fantasmas nos hacen falta. Se han llevado después de su huelga, lo poco de romántico que nos quedaba en esta urbe que sin ser estrictamente moderna, gusta de jugar el cosmopolitismo de la era cibernética.

El fantasma era el huésped ideal para un hogar que se respetaba a sí mismo.

Pero ya ni los grillos nos recuerdan las novelas sentimentales. Porque uno busca una novela para apasionarse, vivir con los personajes y lo que les ocurre. Anda uno hambriento de aventuras. Tener contacto con lo inverosímil aunque sea literalmente. No se trata de descifrar criptogramas ni de detenerse en la corriente verbal del monólogo interior. Estas maravillosas novelas, a lo James Joyce, están bien para los literatos, para que se regocijen con placeres solitarios…

Pero los fantasmas. Los realistas -fanáticos de la realidad- los han desterrado y con ello han borrado los toques artísticos en las biografías de las mansiones, sobre todo en las mansiones rurales.

Cuando han sido exiliados los fantasmas de la tierra, forzosamente han huido a otro sitio; quizá a otro planeta y desde ahí nos miran nostálgicamente y nos compadecen en medio de nuestra soledad realista, científica, materialista.

No obstante este mal podría remediarse. Se me ocurre que podríamos construir una fábrica de fantasmas.

Los clientes vendrían tumultuariamente.

-Deseo un fantasma. Alto, delgado, pálido, con el rostro anguloso y los modales de un gentleman inglés…