Arturo Reyes Isidoro / Cuando se dirimía quién sería el candidato del PRI a la presidencia, en el proceso interno de 2018, al saberse el nombre del doctor José Narro como uno de los posibles, un amplio sector no solo del tricolor sino del mundo ilustrado del país (por llamarle de alguna manera al de los académicos e investigadores, médicos, intelectuales, periodistas, activistas, etc.) se preparó para apoyarlo.
En su momento supe que todos los rectores y exrectores de las universidades públicas de México, incluso algunos de instituciones privadas, estaban listos para reunirse con él si se formalizaba su candidatura, como una muestra de apoyo. Cuando se decidió por José Antonio Meade, muchos de aquellos optaron por apoyar entonces a Andrés Manuel López Obrador.
Su larga y limpia trayectoria concitaba simpatías, entre otras cosas por su paso por la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que fue rector del 2007 al 2015, dividido en dos periodos, pero también por el sector salud, además de por los reconocimientos internacionales que tiene, entre ellos los de la Organización Mundial de Salud y del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Ahora, pese a que en la pasada elección su partido tocó fondo y llegó a su mínima expresión, él intentaba rescatarlo, acaso revivirlo, como nuevo dirigente nacional del PRI, para lo cual decidió participar en el proceso interno que concluirá el 11 de agosto, compitiendo con el gobernador con licencia de Campeche, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas.
El pasado jueves 13 de junio, Narro alertó que había una “mascarada” para imponer a Alito Moreno y que el PRI enfrentaba el riesgo de convertirse en un satélite de Morena, el partido en el gobierno. Ayer finalmente, tras 46 años de militancia, anunció su renuncia y acusó simulación en el proceso para elegir al nuevo dirigente nacional.
Pero no solo dijo que su ahora expartido volvió a formas centralistas y autoritarias que se creían superadas, sino que denunció falta de democracia interna y alejamiento de la militancia y, peor, grave y preocupante, “groseros indicios de intervención del gobierno federal en la misma dirección”.
Es tan honorable como respetable el doctor Narro que sus graves señalamientos y denuncias nadie las va a poner en tela de duda, por lo que eso y su salida del tricolor acaban de refundir en el lecho marino político de México al que fuera otrora partidazo. Lo más grave para la dirigencia del CEN es que con ello el PRI se refunde también en el descrédito ciudadano y ya no se ve ninguna señal de recuperación ni por dónde podría reflotar.
Ante la renuncia del doctor Narro también se fue del tricolor la periodista Beatriz Pagés, una mujer que prestigiaba al Revolucionario Institucional, y, por si faltara poco, el exdirigente nacional Manlio Fabio Beltrones anunció que no participará en la elección del nuevo dirigente nacional.
La cúpula tricolor no pudo y no puede superar sus viejos vicios ni las prácticas que le costaron el año pasado la peor derrota de su historia. Ahora, según el doctor Narro, reducido a un partidito terminará como un apéndice o un satélite de Morena. Qué triste final está teniendo.
Lo ocurrido ayer tendrá una grave repercusión para el priismo, que seguramente se verá reflejada en la elección intermedia de 2021. No sólo habrá más deserción y se irá mucha militancia que constituía el llamado voto duro, o sea los fieles, sino que muy pocos querrán contender como candidato bajo las siglas del PRI sabiendo sus pocas posibilidades de triunfo ante el descrédito y la desconfianza ciudadana, aumentada por su actual dirigencia.
Paternalismo político que disminuye
En “Prosa aprisa” del 5 de junio comenté que los chocholeos que le ha dedicado el presidente López Obrador al gobernador Cuitáhuac García cada que ha venido al Estado han dejado de ser novedad y noticia mediática, y que de tanto repetirlos comienza a chotearlos. Casi perdieron ya la efectividad que se busca.
Al respecto me llamó la atención la columna de Pascal Beltrán del Río, el Director Editorial del diario Excelsior, quien el lunes pasado comentó el apoyo público que dio AMLO a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ante las críticas que se desataron en su contra por la inseguridad que ha invadido a la capital del país. “No está sola”, proclamó en forma repetida.
“Consciente o inconscientemente, López Obrador ha empequeñecido a sus colaboradores. En lugar de que ellos sirvan de pararrayos al Presidente —es una de las ventajas de delegar—, él tiene que salir a su rescate cuando se equivocan o no dan resultados y los apapacha con un paternalismo que los disminuye”, apuntó.
Agregó que en el caso de Claudia Sheinbaum, “Haberle dicho, y coreado, ‘no estás sola’ mandó un mensaje inequívoco: ella sólo vale en la medida en que él la apoye”.
Remató su comentario con lo siguiente: “Haber realizado ese acto de apoyo mientras velaban al joven Norberto Ronquillo, secuestrado y asesinado, restó aún más autoridad a Sheinbaum, quien aparecía en escena como si fuese la Dulce Polly rescatada por Supercán”.
Antes de ocupar el cargo directivo que tiene ahora, Pascal fue reportero durante muchos años, buena parte de la revista Proceso. Sabe, porque conoció los mecanismos del poder, que los subalternos del presidente, incluyendo a los gobernadores, deben estar al servicio y para servir al titular del Ejecutivo y no al revés.
Es cierto, todos deben de servir de parrarayos de su jefe, para protegerlo; ellos deben salir a defenderlo ante las lluvias de críticas que le caen, deben de dar la cara por él, tratar de justificarlo, pero no, como tenemos comprobado en Veracruz, tiene que venir el propio presidente al rescate del gobernador, a apuntalarlo apapachándolo, “con un paternalismo que lo disminuye”, como dice Pascal Beltrán del Río.
Como apunté el 5 de junio, Cuitláhuac García debe decirle, señor, ya no me ayude.
Buen trabajo en La Quinta de las Rosas
Dentro de las diversas actividades que se realizan a diario en La Quinta de las Rosas, que depende del DIF Estatal, ayer tuvo lugar un entretenido, colorido y alegre festival con motivo del Día del Padre. La parte estelar corrió a cargo del grupo de bailadores de danzón del taller Salón México, que coordina y dirige la maestra de danzón y coreógrafa Olivia García Chávez.
La presentación y actuación del grupo contó con todo el apoyo del administrador de La Quinta, Alejandro Arias, quien ante el éxito ofreció impulsar más las actividades artísticas y musicales que con gran profesionalismo realizan los adultos mayores que ahí concurren a tomar clases.
Es de lo bueno del gobierno de Cuitláhuac García. Lo comento porque soy integrante de Salón México, grupo que, por cierto, se presentará el próximo sábado en el Teatro del Estado en la muestra nacional de danzón en el que participarán 40 grupos de bailadores de diversas ciudades del Estado y de diversos estados del país.