Otra magistrada a presidir el Tribunal…y nadie se opondrá

Por todo el mundo hay gobernantes que ejercen el poder con aliados, amigos, cómplices y, si pueden, hasta con la familia.

Solo en naciones donde está muy avanzado el sistema democrático y los controles son adecuados la tentación de ejercer el poder de la manera antes mencionada no se da.

Gobernar así tiene que ver con tratar de alejar al máximo las traiciones, que nadie rompa las complicidades y no haya cuestionamientos, pero sí obediencia ciega, silencio ante yerros y cumplimiento de las órdenes aunque sean contrarias a la ley.

Aquí en Veracruz hemos visto eso, igual que por todo México.

Pocos son los que, en la Presidencia o gubernaturas, se rodean de colaboradores que no son amigos, ni cómplices o simples lacayos, y dan paso a gente con experiencia, verdaderos profesionales en sus áreas y que incluso los superan en capacidad y conocimientos.

Cada gobernante actúa en ese sentido de acuerdo a sus capacidades o limitaciones, claro que también tienen que ver las circunstancias que rodean sus etapas en el madato.

Por decir algo, se recuerda lo que hizo Patricio Chirinos al final de su gobierno con relación al PRI, cuando ya era inminente la sucesión.

Tras colocar en la presidencia del PRI a Amadeo Flores, Guillermo Zúñiga y a Miguel Ángel Yunes -este último con vistas y autorización para sucederlo, pero se cayó con los malos resultados de las elecciones de alcaldes- tomó una decisión que a muchos sorprendió.

Venía la sucesión, repetimos, y tras la salida de Yunes de la presidencia priista, Chirinos mandó a dirigir al PRI no a otro avezado político veracruzano, sino a un paisano y amigo que sabía muy poco de política, pero era su incondicional: el panuquense Fortunato Guzmán Rivera, ingeniero de profesión y que por lo mismo lo había tenido al frente de la Secretaría de Comunicaciones.

No quiso sorpresas Chirinos a la hora de la sucesión. No arriesgó luego de las inesperadas múltiples derrotas en la lucha por las presidencias municipales. Puso en el PRI a quien cumpliría al pie de la letra sus órdenes y no se saldría ni un centímetro de la línea marcada.

Así fue y Fortunato cumplió su papel, sin querer tener su propio juego y mucho menos poner en riesgo el referido proceso. En su momento, todo quedó listo para que el sucesor fuera Miguel Alemán Velazco, aunque el entonces gobernador Patricio Chirinos no lo quería, pero ya no tuvo influencia para oponerse.

En fin, son cosas de la política y de las circunstancias, y ahora vemos que en el Tribunal Superior de Justicia, tras ser presidido por la defenestrada Sofía Martínez Huerta e Isabel Romero, todo va encaminado para que lo presida, en unas semanas, en la etapa final de este gobierno, la magistrada Ailett García Cayetano, quien tampoco tendría los méritos para ocupar ese cargo.

Sin embargo, una vez marcada la línea, no se ve que los magistrados que intervienen en la elección vayan a oponerse.

Si finalmente la propuesta es Ailett García la aceptarán y el Tribunal tendrá otra presidenta cuestionada, pero que los magistrados que intervienen en esto se merecen.