A propósito del “sufrimiento de las mujeres” afganas con el régimen talibán / Lenin Torres Antonio

Las trampas de la Fe occidental

A propósito del “sufrimiento de las mujeres” afganas con el régimen talibán

Crónicas Ausentes

Lenin Torres Antonio

Hoy occidente se desgarra las vestiduras por la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, iniciando una masiva propaganda de las consecuencias de esa retirada intempestiva en el bienestar y las libertades de las mujeres afganas, por todos los medios y redes sociales contemplamos las imágenes de los “pobrecitos afganos” en el caos al intentar abordar los aviones norteamericanos y pedir un pedazo del paraíso occidental de libertades y bienestar, los pocos “pobrecitos afganas” que conocieron y disfrutaron el paraíso occidental en su propia tierra durante los 20 años de ilegal ocupación.

Desde la cultura occidental, se revive en la retina de los hombres occidentales pobres y ricos las imágenes de las lapidaciones, segregación y violación a “los derechos humanos” de las mujeres afganas, y reafirmamos con esto, nuestra visión cultural de la normalidad y lo verdad de una sociedad, incluso se escucha exclamaciones suigéneris, “¡cuando menos, aunque seamos pobres tenemos libertad!”.

No hay que olvidar que esa visión occidental de la verdad y la normalidad tiene que ver con una visión muy particular de una cultura que fue formándose con evidentes contradicciones, y que se defiende como la que ha evolucionado, y que tiene que ver con la religión judeo-cristiana, su evolución marcada por pasajes radicales y fundamentalistas, quien no recuerda la persecución a los infieles, las cruzadas, y el oscurantismo de la “santa” inquisición o congregación del santo oficio, que fue creada en 1542 para defender a la religión de los comunistas protestantes, quienes no querían llevar a pie juntilla los cánones de la religión Cristian, asimismo, su evolución entre comillas, va aparejada con la consolidación del pensamiento legitimador “universal” que tiene sus cimientos en los pensamientos ilustrados, que podemos emblemáticamente ejemplificar en el estandarte de la revolución francesa,  Liberté, égalité, fraternité, (libertad, igualdad, y fraternidad), y el pensamiento laissez faire laissez pase ((dejar hacer, dejar pasar), fundamento del liberalismo económico que ha construido este mundo desigual y sin justicia social.

A partir de esa “evolución en progreso”, occidente ha invadido, o cuando menos, ha intentado propalar e imponer una visión de la vida y la verdad al mundo, no cabe duda, que esas “tristeza” que constriñe nuestras almas por el destino de los mujeres afganas tiene que ver con esa visión cultural y epistémica, aunque en el estricto sentido, como toda verdad, cuando menos de los saberes humanos, sociales, y psicológicos, es una visión subjetiva sin sustento científico, cuando menos pensando que es un sentimiento que así deben ser las cosas en el mundo y que si no es así, el otro es el equivocado y el malvado, aunque occidente viva en su propias carnes contradicciones y efectos reales en la vida de sus ciudadanos.

El caos afgano es producto del reacomodo de las fuerzas hegemónicas del mundo, no hay que olvidar que los Talibanes fueron alimentados y armados por los propios estadounidenses para combatir el influjo de Rusia en la región, en ese entonces era un mal necesario, que como siempre se trata de justificar esas contradicciones, a la caída de la invasión rusa en Afganistán, y la alienación de los Talibanes a movimiento de Al-Qaeda liderada por el célebre Osama Bin Laden, estos se convierten en enemigos del Imperio occidental al llevar la guerra a suelo estadounidense con los ataques del 11/11, que trajo como consecuencia la invasión a Afganistán por los “aliados occidentales” para proteger sus intereses estratégicos, y justificar posteriormente la invasión al rico país en petróleo Irak y la caída de sus ex aliado contra el régimen “fundamentalista” de Irán Saddan Hussein.

Como ven la historia del Imperio y su satélite Israel está plagado de contradicciones, no fueron a liberar a las mujeres afganas de la opresión del fundamentalismo islámico, ni para que llevar la libertad, igualdad y fraternidad, y sí para cuidar sus intereses estratégicos en su lucha contra otras potencias como Rusia y China, y así como llegaron se va cuando saben que ya no le es rentable su permanencia en Afganistán, y para suavizar su líder en turno decir amenazante: “Biden, afirma que los talibán deben decidir si quieren reconocimiento internacional”, o más bombas, acatan la visión de la normalidad occidental o habrá nuevas guerras. Esa es la cruda realidad.

Ahora bien, cuando habló del sufrimiento que claro que están pasando las mujeres afganas desde nuestra visión occidental, tiene que ver con la intervención a nivel psicológico que provocaron en esa parte de la población, porque no es la totalidad de las mujeres afganas quienes quieren abordar e incluso arriesgar sus vida para salir de Afganistán, sino aquellas que fueron culturizados occidentalmente, y a quienes les han provocado esa cruzada no religiosa ni colonial a la vieja usanza como en américa y áfrica, sino su cruzada económica y belicosa, que indirectamente les hicieron vivir e introyectar la visión de la normalidad y la verdad occidental. Hay que analizar estos fenómenos de culturalización y alienación, donde hay trampas de la fe peligrosas y mortales.

Seguimos pensando que la narrativa occidental neoliberal es la correcta e incluso la única verdadera, y actuamos racistamente al considerar que las otras culturas son bárbaras e inferiores, y que debemos convertir a esos infieles al evolucionado pensamiento judeo-cristiano, donde la caridad puede ir acompañada con la pobreza, la libertad con la marginación, y la igualdad no existir más como un paraíso a posteriori (después de la muerte), y para pocos en esta vida, el sueño americano.

Por doquier la realidad nos escupe a la cara que nuestra civilización occidental ilustrada hace aguas por doquier, que las contradicciones son evidentes y se ven a todas luces, no obstante, seguimos insistiendo como cándido el optimismo de Voltaire que vivimos “el mejor de los mundos posibles”.

Arrinconados por un microorganismo que llamamos coronavirus, salpicados de muertos vivos que aún sin nacer están condenados a la marginación y la pobreza, sufriendo de hambre pese haber comida y vastos recursos en el planeta tierra, ver la concentración de las riquezas en manos de unos cuantos países, y en cada país, en las manos de unas cuantas familias, ver al metalenguaje del poder y las armas actuar por encima del lenguaje objeto (las leyes, códigos, normas, ética, etc.), vivir escindidos social e individualmente, y no obstante, insistir en defender esta pobre narrativa occidental deshumanizada es un despropósito, un retroceso, una des-evolución si pensábamos que estábamos en lo alto de la pirámide la evolución natural.

Las separaciones que fueron los hitos que nos condujeron a esta trágica condición humana, la separación entre el nomo/physis, logos/mito, cuerpo/alma, subjetividad/objetividad, significantes/significación, tiempo/eternidad, caos/orden, etc., entender que vivimos una ficción que ya no funciona, es volver por nuestros mismos pasos con la condición que lo que resulte no sea lo mismo, y con la promesa de olvidar nuestros rostros.

Agosto de 2021