Por: José Muñoz Cota
(In Memoriam)
El cielo más azul,
-como si fuera dado al cielo hacerse niño-
los árboles más verdes
-como si fuera dado al árbol desnudarse de sombras-
y el aire, su intacta castidad
sobre la tierra, con soledad más ancha
Esta que ves llegar, lágrima ardiendo,
con llama clara de pudor y filo,
amasa con dolor sus barros íntimos
y deja sus colores: un poquito de cielo,
su silencio más blanco
y así, su migajita de sangre más austera.
Cierra los ojos, mira: la sangre se levanta
y forma batallones.
Estirada la sangre contra el viento,
Mas rojas sus banderas,
Ha detenido al tiempo prisionero.
El tiempo, que cosa tan pequeña, se pierde
entre las manos de la sangre.
Corriendo hacia tu encuentro
viene el cielo más niño.
-Cielos de todo el mundo,
los cielos de otras partes, los míos y los tuyos,
se lavaron la cara, limpiaron sus rodillas,
traen muy blancas las manos-.
Los árboles,
los que se hicieron hombres
saltando sobre el fuego de los bárbaros,
quieren llevarte en vilo, con la gracia ligera
con que se lleva en alto una danza de espuma…