Por Mouris Salloum George
“No escribas como periodista, lo que no puedas sostener como hombre.” Zarco
En los gobiernos conocidos ahora como conservadores y neoliberales, se construye la hipótesis que fueron en donde el espionaje a periodistas se masificó, y se les ubicó en la misma categoría que grupos armados, narcotraficantes, activistas opositores al gobierno, cabilderos y políticos.
Desde el Macartismo antagónico al comunismo, se fraguó una alianza impulsada por los Estados Unidos, para construir en México la Dirección Federal de Seguridad, espiar a los factores reales de poder, y detectar oportunamente a los enemigos ideológicos del vecino país, todos los grupos de presión fueron infiltrados. Se le identifico como “la mano negra del Estado”. Por tal motivo, el Capitán Fernando Gutiérrez Barrios, fue el eje principal de la preparación técnica en Estados Unidos, de quienes, en todos los programas sexenales, tuvieron absoluta libertad (impunidad) para actuar contra el clandestinaje y en esas funciones estaba contemplada la desaparición física de cabecillas, secuestro de liderazgos y “complicidad” con el narcotráfico y el crimen organizado.
Los sistemas de escucha eran rudimentarios y uno se acostumbraba al sonido de las clavijas, manipuladas por operadores “orejas” de la Secretaría de Gobernación, que te advertían primero “pajaritos en el alambre” y posteriormente te acercaban a los oscuros cadalsos, conocidos como “la disco” por torturar con focos encendidos día y noche, y altos sonidos con altavoces que desquiciaban al más férreo guardián de información, opositor al régimen. El conocimiento de la agenda pública y privada de las víctimas potenciales y muchas veces ejecutadas, tuvo que pasar por esas tareas de espionaje profesional: por “seguridad nacional” o por “razón de Estado”.
¿Se dio cerrojazo a esas prácticas nefastas?
En el caso de las más recientes filtraciones y agresiones contra periodistas y comunicadores, organismos no gubernamentales nacionales y extranjeros, han acusado tercamente en la comisión de esos atentados, que ha estado presente la mano de los agentes del Estado Mexicano.
Desde los años ochenta, México dispone de cuadros profesionales calificados en esas materias; muchos de ellos con posgrados en Israel, Japón, Alemania y los Estados Unidos y precisamente en el año 2017, medios extranjeros denunciaron esos hechos, donde la autoridad mexicana los minimizó y de las denuncias tomó nota la Procuraduría (hoy Fiscalía) General de la República. Habían pasado 200 días y los sabuesos de esa dependencia, aún hoy aparentan no encontrarle la cuadratura al círculo.
Desde el Gobierno anterior, el Diario The New York Times, reveló que la PGR, solicitó asistencia científica a diversas dependencias de inteligencia policiales de los Estados Unidos y está comprobado que en México se comenzó a utilizar el programa Pegasus de manufactura israelí, adquirido por el gobierno federal y varios estatales para combatir el secuestro -las opiniones de ese software fueron siempre muy buenas por su efectividad-, para espiar, pero derivó en su radio de acción, para interferir celulares y computadoras de los periodistas “incómodos” a la burocracia de élite, revisando las informaciones de los comunicadores, dado que aun estando apagados sus aparatos, les están grabando conversaciones y enviándoles virus para detectar sus rutas en las redes sociales, obviamente con fines disuasivos y represivos.
Esto ha unido la protesta globalizada de la prensa, como un atentado a la libertad de expresión, por lo que el Club de Periodistas de México, asume que ya no se trata ahora de los viejos reporteros del Bucareli News, sino de un ingenio “malware” cibernético encriptado, capaz de capturar mensajes de texto, contactos y calendarios, y grabar conversaciones e imágenes con micrófonos y cámaras a distancia, como “hackers” que con esta tecnología levanta profundos cuestionamientos acerca de quién es el blanco de ataques y porque, México es una Nación de Leyes, que nos fortalece si avanzamos juntos en implicaciones legales, éticas, y estratégicas, defendiendo los derechos humanos, con apego a la Carta Magna donde no están permitidos los “hoyos negros” disimulados de legalidad. Podemos traer argumentos distractores sobre el pasado, pero ese ya no admite cambios, lo que tenemos que valorar son los argumentos que debemos sostener, para cambiar, para construir un brillante futuro para todos los mexicanos.