FRANCISCO BERLÍN VALENZUELA

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA (In Memoriam)

 

Alto, delgado, con buena presencia y vestido con esmero, Francisco Berlín Valenzuela, tuvo empeño para llegar a ser orador. Amaba el encanto de la palabra. Vivía seducido por la incitación de las tribunas, soñando tal vez, en el resplandor de una asamblea en donde el verbo incendiara las conciencias y arrebatara los ánimos.

Francisco Berlín Valenzuela estaba agobiado por problemas con su voz; ello, no lo detenía en su empeño.

Practicaba sus ejercicios con voluntad briosa, con un coraje tenso, con una determinación heroica.

Alicia, en nuestro hogar, lo ponía a leer en voz alta durante una o dos horas diarias, hasta que Berlín logró, ¡victoria de su carácter!, modular su voz sin tropiezos y sin ruidos inoportunos y molestos. Fortaleció su volumen y logró, de este modo, un timbre agradable y elocuente.

Berlín era disciplinado y constante. Su ademán tendía a ser armonioso. Por aquellos días andaba enardecido con los quehaceres de la política estudiantil y figuraba como candidato a la Presidencia de la Sociedad de Alumnos de la Facultad de Jurisprudencia.

Su campaña electoral fue una peregrinación de clase en clase a base de discursos. Previo permiso del profesor en turno, irrumpía en un salón con su arenga desenvainada. Los compañeros lo aplaudían, aunque no faltó, alguna vez un joven del bando contrario que lo denostara injuriosamente. Francisco en esta ocasión, recogió de inmediato el guante y replicó con prestancia, vigor y entereza no ayuna de cólera. Era categórico en sus expresiones y cáustico en sus ataques y contraataques.

Para ganar adeptos proyectó sistema original. Conoció en nuestra casa a don Nicolás T. Bernal, el viejo compañero de Ricardo Flores Magón. Don Nico, no milito en las filas activas del Partido Liberal, pero si se acercó a  Ricardo, le prestó servicios como compañero de enlace y, posteriormente, con ayuda de Adolfo de la Huerta y creo que con la protección de Vasconcelos, editó las obras de Flores Magón, las principales: Tribuna Roja, Sembrando Ideas, El Epistolario, etc.

Con objeto de que hicieran ejercicios de voz, los alumnos leían los discursos libertarios de Ricardo. Particularmente aquel pasaje frenético y avasallador que decía:

“La libertad no se conquista de rodillas, sino de pie. Devolviendo golpe por golpe, infiriendo herida por herida, muerte por muerte, humillación por humillación, castigo por castigo. ¡Que corra la sangre a torrentes, ya que ella es el precio de la libertad!” o bien, aquella magnifica síntesis de nuestra historia nacional que principia:

“Conozco al mexicano. La historia nos dice lo puede hacer el mexicano. Abrid las páginas de ese gran libro que se llama historia de México y en ellas encontraréis los grandes hechos de nuestros hombres…”

A Francisco Berlín lo enardecían estas arengas. Tuvo una idea especial. Una tarde llegó a la casa de don Nicolás y cargó su automóvil, hasta el tope, con todos los libros que encontró de Ricardo. Luego, en su casa, los marcó con un sello con un lema de propaganda y su nombre y se dedicó a repartirlos a todos los estudiantes. Aquella generación leyó a Ricardo Flores Magón. Ahora lo conoce.

Berlín fue derrotado en la justa electoral gracias a las “transas”, que son el recurso fatal de la política propiedad de los “grillos”. Pero la aventura abrió un surco en su espíritu y, así, algunos años más tarde, Francisco Berlín Valenzuela surgió de un paréntesis de silencio, nombrado Secretario General de Gobierno en el Estado de Veracruz. No corresponde a la intención de estos apuntes enjuiciar su gestión en su tierra. Berlín Valenzuela tuvo éxitos y reveses. Se ganó odios y querencias, pero él piensa que cumplió su deber y, desde su puesto administrativo, habló con frecuencia a núcleos campesinos y a grupos obreros, tratando de orientarlos en la lucha histórica.

Concluida su misión, Francisco ha retornado a la capital. No ha habido oportunidad de conversar con él, dedicado seguramente, a cualquier otra omisión; pero sé que continúa practicando, como cuando era estudiante, sus ejercicios oratorios.

Ahora está casado. Vive con comodidad. No olvida la política, pero tampoco la oratoria.

Berlín Valenzuela es buen abogado. Ama su profesión. Fue estudiante asiduo y consciente de sus deberes. Lee sistemáticamente, sobre todo, Derecho.

Está pendiente del mapa político y no deja de estar en contacto con las fuerzas concurrentes que intervienen en el proceso histórico.

 

 

La realidad del gobierno en una entidad es compleja. No es tarea sencilla salvar la trama de los intereses en juego. Pero su Gobernador quedó satisfecho con su colaboración y él, Francisco, como ya saboreó el poder, vive soñando en el retorno de las lides populares.

El orador no puede permitirse el lujo de tener solución de continuidad en su vocación. Ha de mantener la edad estudiantil, con mejores armas, como si al día siguiente fuera a presentarse a un concurso o fuera a subir a la tribuna movido por el compromiso con el pueblo.

Francisco Berlín Valenzuela no ha cambiado de fisonomía. Alto, delgado, bien vestido, nervioso, educado, parece que está, con el carácter tenso, asistiendo a nuestro Instituto y pronunciando sus intervenciones iniciales.

Mantiene idéntico entusiasmo. Persistente fe, entusiasmo similar al de aquellos años en que leía a Ricardo y repartía los breves volúmenes a guisa de propaganda para su lucha electoral.