EL PRESIDENTE RUMBO A WASHINGTON

*De Einstein: “Dios es todo lo bueno que hay y existe. Lo malo no existe. Es simplemente ausencia de Dios”. Camelot

 

EL PRESIDENTE RUMBO A WASHINGTON

 

Vuela esta semana el presidente AMLO como cualquier hijo de vecino, en vuelo comercial y con escala y seguro que no lo hará en primera clase, para no decepcionar a los suyos. Va a visitar al más poderoso y mal encarado Donald Trump, el más difícil y terrible de los presidentes del mundo. Ambos son amantes del béisbol. Los analistas políticos, una mayoría recomendaban que no se viajara en este tiempo donde Trump arranca su campaña en desventaja, con 10 puntos abajo, pero aquel ya había mandado a colocar la alfombra roja para que, en el jardín de rosas de la Casa Blanca, ambos dos (Fox dixit) suelten lo que tengan que decir, después de esa reunión que será privada y que Marcelo Ebrard fungirá como traductor. Los que saben de estas cosas, aseguran que si Trump pierde la elección, México quedará muy mal con Joe Biden, el candidato Demócrata, pero para eso ahí está Ebrard, para recomponer ese camino si es que queda sembrado de espinas, ponerle flores, pues. Atrás quedaron los días cuando Trump llegó y le metió una barrida y sanjuaniza a Peña Nieto, que solo, impávido, tragaba camote con las groserías de ese candidato que venía y traía el Muro por delante, en su mera jeta se la endilgaron, al igual que a Luis Videgaray, quien con el yerno de Trump habían fraguado esa gira de campaña a México. Ahora los diarios comienzan a rememorar las visitas presidenciales, desde aquellas primeras de Porfirio Díaz, hace 107 años, que llegaba con las medallas al pecho, más que cualquiera de ellos. Roosevelt y Ávila Camacho, Alemán y Truman, López Mateos y Eisenhower y John F. Kennedy. Díaz Ordaz y Johnson, Echeverría con Nixon y una que fue muy curiosa, porque en México el presidente López Portillo regañó al cacahuatero Jimmy Carter, y muchos pensábamos que los Marines llegaban al otro día a Veracruz. Sublimes fueron las de Carlos Salinas y George Bush. Y una anécdota conocí en ese tiempo. Sucede que a la Casa Blanca se puede entrar comprando un ticket y unos guías te llevan por los pasillos donde están enmarcados los retratos de los presidentes. Cierta vez, estando el presidente Bush en el Salón Oval, conocido también en tiempos de Clinton como Salón Oral, le avisaron que entre la lista de esos turistas que estaban en la Casa Blanca, estaba un hijo del presidente Carlos Salinas, Emiliano, creo, el presidente mandó al mismo Servicio Secreto a que lo sacaran de la fila y se lo llevaran al Salón Oval, a saludarlo.

 

QUIENES HABLAN INGLES

 

No hablar inglés probablemente sea una ventaja, mientras el traductor piensa que le dice, al presidente nuestro le dará tiempo a reflexionar qué contestar. Pocos han sido, en estos tiempos modernos, los presidentes que no hablen inglés. Desde De la Madrid para acá, todos ellos hablan inglés, algunos por haber ido a estudiar becados a universidades estadounidenses. De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, hablan excelente inglés. Enrique Peña Nieto no lo sabía, y apurado quiso hablarlo, pero terminaba como López Dóriga cuando aquel famoso ‘juayderito’.  El presidente Echeverría tenia siempre a una intérprete de cabecera, Italia Moraita, pero cuando iba a Francia utilizaba a Micheline Durand, cuenta ella que una vez en Senegal, el presidente senegalés habló algo del l’arachide, que en España es cacahuete, por lo que lo traduje así, pero Echeverría me dice ‘cacahuate’, y como soy tan terca le reviré ‘cacahuete’, y él replicó: ‘mire, perdóneme pero el cacahuate es de México. Todo terminó en una carcajada. Los traductores deben ser ingeniosos, y muy truchas, en la película Patton, que odiaba a los rusos, cuando cayó Berlín brindó con un general ruso, Patton le dijo que era un hijo de perra, y el intérprete peló los ojos, le afirmó Patton: Dígaselo sin miedo. Y la anécdota terminó en una carcajada. Va el presidente y no llega a la Casa Blair (Blair House), llamada así por el apellido de su anterior dueño, Francis Preston Blair, la casa de los invitados presidenciales enfrente del ala oeste de la Casa Blanca, al lado del parque Lafayette. La están remodelando, los mexicanos Cantinflas y Tony Aguilar allí durmieron.  El embajador estadounidense en México, Christopher Landau, un buen amigo que se ha dejado querer por los mexicanos tuiteros, dice que lo llevará a un hotel perrón, de cinco estrellas. En el tuiter del embajador, le escribí que aproveche y lleve al presidente a ver el Memorial de Lincoln, contemporáneo de Benito Juárez, y que por ahí le muestre la grandeza de ese país que han logrado a base de un libre comercio y un gran respeto a la libertad de expresión, y también que le traduzca el discurso memorable de Lincoln, el de Gettysburg, puesto en ese Memorial.

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