Expediente 2020

Bamba Violenta

La bamba violenta suena y resuena en Veracruz. Incluso, igual que en el duartazgo, tiempo aquel cuando la policía se alió con los malandros para desaparecer personas. En Hueyapan de Ocampo, el comandante y tres policías fueron detenidos. Entre todos, madrearon a un campesino. Primero, en una tienda del pueblo. Luego, detenido, en la cárcel. Y cuando fue liberado, la familia lo llevó al hospital. Y en el hospital murió.

El cuarteto de policías está acusado de homicidio doloso calificado y abuso de autoridad. Según las versiones, quedaron presos, sujetos, digamos, a proceso penal. Ya se verá, pues la leyenda dice que entre los polis se encubren como sucede, claro, en todos los gremios.

Cierto, de todo hay en la viña del Señor. Pero el (presunto) asesinato de los policías con un campesino (gente pobre, en la miseria, sin seguridad social, sin derecho a pensionarse) ocurre en medio de la 4T, la Cartilla Moral, la Purificación Moral, la Honestidad Valiente, la homilía desde el púlpito nacional de “no matar, no mentir, no robar” y no desear a la mujer de tu prójimo ni de tu próximo”.

Hubo saña y barbarie. Primero, en la tienda. Y los puñetazos y toletazos de los cuatro. El comandante y el trío de polis. Luego, en la cárcel. Demasiada perversidad y que expresaría, quizá, acaso, rencores y odios anidados, venganza siniestra y sórdida.

Algunos dirán que la policía lleva la represión en el ADN. También habrá quienes arguyan que como en la policía estatal hay un aproximado de 23, 24 mil polis y en las municipales resulta incalculable el número, difícil esperar peras del olmo.

Pero inverosímil que con el uniforme policiaco, el tolete y la macana, el garrote y la cachuchita, la patrulla y las pistolas, un policía sufra tamaña transformación.

Con todo, la naturaleza humana siempre es imprevisible. Digamos, el hijo que mata a la madre o el padre. El padre que asesina a la esposa o a la amada amante. Los policías quitando la vida a base de madrazo limpio y toletazo a un campesino.

¡Cosas veredes, querido Cid, en el sexenio de la izquierda!

La vida de un hombre en el tendedero marrón

Pareciera una maldición histórica. Con Javier Duarte, los políticos, los jefes policiacos, los policías y los carteles se aliaron para, además de los negocitos, desaparecer personas.

Incluso, la policía los detenía en los retenes y los desaparecía y entregaba a los malandros. El caso más notorio, los 5 chicos (una menor de edad y 4 jóvenes) en Tierra Blanca, originarios de Playa Vicente.

Ahora, y sin la alianza con los malandros, todo indica, el cuarteto de policías quitaron la vida a un hombre.

Un policía, de 45 años, el comandante. Otro, de 26 años. Otro, de 24. Y el otro, de 40 años.

El campesino Genaro “N”, de 46 años, estaba en la tienda de nombre “Don Arturo”. Y los polis llegaron y sin razón, lo tundieron. Traumatismo cerrado de abdomen fue el dictamen médico.

Están presos. Y la familia tiene el legítimo derecho a conocer los motivos por los cuales fue golpeado. Se trata de un elemental derecho humano.

Y, claro, conocer el proceso penal con la sentencia correspondiente. Y entre más pronto, mejor. Es la vida de un hombre, uno de los 8 millones de habitantes de Veracruz. Un campesino. Clase baja. Gente que vive en la precariedad. Dos millones de campesinos de norte a sur y de este a oeste de la tierra jarocha. Todos, urgidos de justicia. Justicia social. Justicia económica. Justicia educativa. Justicia médica. Justicia, a secas.

El sinónimo de policía es el terror y el miedo

Fue la policía municipal de Hueyapan. Pero aun así, ni modo “de tirar la piedra y esconder la mano”. Simple y llanamente, es la policía. Y ninguna diferencia con la policía estatal.

Una sola voz de mando ha de establecerse. Con todo y que la estatal y hasta la Guardia Nacional están señaladas de abusos y excesos del poder.

Por lo pronto, la creencia popular y social se fortalece. Los policías inspiran miedo, temor, pánico, “miedo al miedo”.

La encuesta de Latinobarómetro los ubica en el sótano de la credibilidad ciudadana. Caray, al mismo nivel que a los políticos y los trabajadores de la información.

Más confianza alienta un ladrón. Y es que si un ladrón asalta, asalta y se va. Y un policía, asalta, roba, golpea, detiene, encarcela y acusa de ofensas a la autoridad y hasta en un proceso penal se termina…, si bien te va, pues como en el caso del campesino de Hueyapan terminas muerto.

Pondrán a los polis a sembrar árboles y florecitas en los parques públicos. Los habilitarán para andar de boy-scouts. Salvarán personas en desastres naturales.

Y sin embargo, la única imagen trascendida son los excesos del poder. Y reconstruir el crédito y el respeto ni con la 4T ni con una estampita de Jesucristo en la cartera podrá lograrse. Y menos en un sexenio.

Muchos, demasiados, han sido los años de desprestigio. Y tan reciente, como en Huepayan de Ocampo hace quince días en que a base de golpes quitaran la vida a un campesino de 46 años de edad.