Héctor Yunes Landa
Hablar del caso Javier Duarte no tiene la menor intención de “hacer leña del árbol caído”. A todas luces esta historia es poco menos que una tragedia y si bien, no puedo alegrarme de la desgracia ajena, por más agravios que en lo personal recibí, considero por demás justa su detención y sujeción a proceso judicial para que responda por sus delitos.
Para Veracruz, fue lamentable que un hombre joven que pudo haber entregado buenas cuentas como nuestro gobernante y haberse forjado un futuro promisorio haya terminado de manera tan deplorable, desprestigiado, humillado, repudiado de la forma que atestiguamos.
Nunca fuimos amigos, si lo hubiéramos sido lo admitiría. Por el contrario, la vida nos enfrentó al menos tres veces: la primera cuando competí contra él por la candidatura del PRI a la gubernatura hace siete años, en el 2010; la segunda en el 2012, cuando intentó impedir de diversas maneras que yo fuera candidato a senador de la República y, la tercera, hace más de un año, cuando trató de impedir a toda costa que fuera candidato del PRI al gobierno de Veracruz y boicoteó mi candidatura hasta ser un factor determinante para la derrota.
Siempre critiqué su visión frívola de la política y del servicio público. Lo hice de frente, en privado y en público, quizá por eso, actuó contra mí llegando al extremo de tratar de causarme agravios públicos que rayaron en la burla como aquella ocasión en que, con el pretexto de mi cumpleaños, públicamente me entregó una caña de pescar para atrapar a “peces gordos” que, en su opinión, serían más corruptos que él, refiriéndose al actual gobernador Miguel Ángel Yunes y sus hijos, a lo que, en su momento, como una persona bien nacida, respondí con la mayor firmeza exigiéndole respeto para mis familiares no obstante nuestras diferencias ideológicas y de militancia partidista, sin importar que eso pusiera en riesgo mi candidatura al Gobierno del Estado de Veracruz.
No hay duda que, por mérito propio, Duarte será recordado como una de las peores muestras de la corrupción en México e incluso lo refieren, a nivel mundial.
Por otra parte, resulta lamentable que, no obstante la pasmosa ineficiencia que ha mostrado en sus primeros dos trimestres de los ocho que durará su gobierno, Miguel Ángel Yunes esté intentando lucrar electoralmente con la detención de Duarte, al obstinarse en colgarse un mérito que le es ajeno.
Da repulsión, constatar el nivel de “rapiña política” que exhibe quien está resultando, por increíble que resulte creerlo, peor que el propio Duarte; aunado a que también parece olvidársele que pesan sobre él sendas denuncias ante la PGR por actos precisamente de corrupción que seguramente quisiera quedaran en el olvido.
Lo que es evidente es que el Gobierno Federal ha dado muestras palpables de su voluntad política para luchar contra la corrupción. Así lo demuestra la detención y sujeción a proceso judicial de seis ex gobernadores y uno prófugo: Granier, Reyna, Femat, Padrés, Yarrington, Javier y César Duarte. Antes, ningún presidente de la República había hecho algo semejante.
Deseo, con toda mi convicción, que pronto podamos concretar el pleno funcionamiento del Sistema Nacional Anticorrupción, para evitar que se repitan estos lamentables casos de corrupción y abuso del poder. De lo contrario, seguiremos viendo casos de cómo ex gobernadores son procesados, pero que los suceden personajes, como el caso de actual gobernador de Veracruz, con severos cuestionamientos a su “honestidad” acumulados en su larga vida como servidor público y con pírricos resultados al frente del poder ejecutivo de nuestro estado y que pretende ocultar con un penoso “show” mediático para justificar su ya clásico: No hay, no se puede, todo se lo llevaron.
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