LA GRAN ANTONIETA RIVAS MERCADO 

*De Jane Austin: “Me maravillo a menudo de que la historia resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe ser pura invención”. Camelot. 

 

LA GRAN ANTONIETA RIVAS MERCADO 

 

‘Cuando las escribas, escríbelas breve y no atosigues a los lectores. Las historias mejor contadas, son las breves’, me decía un viejo amigo escritor. Hace nada escribí sobre Notre Dame, un lector me recordó, sin haberlo olvidado, que allí se suicidó Antonieta Rivas Mercado, en 1931, mujer excepcional dedicada a las letras y a los valores democráticos en México, hija del arquitecto y escultor, Antonio Rivas Mercado, quien hizo el Ángel de la Independencia. La historia cuenta que se dio un tiro en el corazón, en plena Catedral. Luego de un divorcio muy complicado en el que perdió la custodia de su único hijo, por el que no dejó de pelear en los tribunales y fuera de ellos; destruida por la temprana muerte de su padre; enfrentada a una sociedad que negaba a las mujeres la posibilidad de abrirse camino, Antonieta conoció en 1926 a los poetas Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, en cuya revista Ulises empezó a escribir al año siguiente. Los periódicos mexicanos y parisinos comentan que se mató por el amor de José Vasconcelos, con su pistola, con quien había estado una noche anterior, el gran José Vasconcelos, ex candidato a la presidencia de México mediante un fraude electoral, como se estilaba, que lo dejó en el camino, imagínense, le ganó Pascual Ortiz Rubio. Joven perteneciente a la alta clase mexicana, ella hablaba inglés, francés, alemán, griego e italiano. Permaneció sepultada en un cementerio de Francia hasta que finalizó la concesión de su tumba; como nadie se ocupó de su osamenta, fue enviada a la fosa común. Por su parte, Vasconcelos rechazó la pistola que la policía francesa quería regresarle. De ella hay libros y películas, uno de ellos, “A la sombra de un Ángel”, obra escrita por la esposa del único hijo que ella dejó. Extraordinario.  

 

REVOLUCION DE PEREZ REVERTE 

 

Ayer me fui en chinga (palabra francesa) loca a comprar el libro de Arturo Pérez Reverte. Revolución, le había leído una entrevista en El País, donde hablaba de él. Sobrarán sombreros, le dijo un revolucionario cuando iban a una batalla. “Pérez Reverte desmiente la revolución en México: Esa cosa romántica del tiro al aire, las canciones, el folclor y la alegría no es verdad”. Según el autor, escribir una novela es disfrazarse de revolucionario, de vaquero, de espadachín, astronauta, marino o lo que sea y consideró importante que el escritor sea siempre capaz de escribir como si jugara e invite al lector a jugar con él. Cuando el escritor pierde la capacidad de jugar está muerto”, observó. Ayer lo comencé a leer. Escribe una parte de la Revolución, a su manera, la historia de un español (De España), porque había españoles viviendo en México, que peligraba su vida pues los villistas luego los despojaban de su capital y, algunas veces, hasta los ahorcaban, cuando este españolito, Martín Garret, ingeniero experto en minas, se atraviesa del hotel donde se hospedaba al oír tiros, se encontró con la gente de Pancho Villa que, cuando supo que sabía de detonar minas, lo llevó a que abrieran una caja de un banco donde aseguraban había quince mil monedas de oro de a veinte pesos de las denominadas maximilianos, robadas en un banco de Ciudad Juárez el 8 de mayo de 1911. Allí se enganchó y ahí va el relato de Pérez Reverte, sin duda un libro extraordinario contado al estilo del escritor que tiene 8 millones de lectores. Pérez Reverte se mete a un tema muy escrito por celebridades, desde aquel legendario Martín Luis Guzmán, hasta el historiador y maestro de Carlos Salinas en Harvard, John Womack (85 años), que con su Villa y Zapata llenaron de gloria las páginas de sus libros, incluida la célebre biografía de Pancho Villa (Oye tú, Francisco Villa ¿qué dice tu corazón?) de Friedrich Katz, el austriaco alemán. Todos tenemos algunas historias en ese México nuestro. Yo Mero recuerdo a la Tía Eustolia, en Tierra Blanca, que su marido en tiempos de la Revolución enterró unas monedas en el patio de su casa, de esas de oro, y con eso, añísimos después, pudo hacerse su casa de mampostería; cuando llegaba al banco a cambiarlas, el gerente pelaba los ojos, pues todavía llevaba tierrita de esos años inciertos, cuando el dinero había que enterrarlo, so pena de que no te dejaran ni para los chescos.  

Cómprenlo cuando puedan, está en 450 pesos en Sanborns de Slim, vi otro por la red en 350 pesos. 

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