VUELO RUMBO A MADRID 

*Nadie dijo nunca: qué aburrido es ver el atardecer desde distintos lugares del mundo. Camelot.

VUELO RUMBO A MADRID

España recupera el empleo, lo veo en la tele, de los millones de parados que dejó la pandemia, ahora ya están en niveles de sumar y no restar, algo que el mundo vivió como un cáncer maligno para los parados, como aquí llaman a los desempleados. Tienen una seguridad social de primera, y tienen también buenos salarios, que oscilan entre los 1200 a 1500 euros, los salarios mínimos, aunque también las rentas y víveres son de cuidado. Estuve por aquí unos cuatro días, casi vi todo, no encontré el trenecito santanderino que en Orizaba Hugo Chahin opera para que lo que se obtenga sea para ayuda a los niños con cáncer. Por mas que lo busqué, hay un túnel peatonal nuevo que data de la Guerra Civil,  en esa época sirvió como refugio, como los londinenses usaron los subterráneos del Metro para cuidarse de los bombazos de la aviación enemiga, los ingleses de los nazis y los españoles de ellos mismos, cuando España se partió en dos y por un lado peleaban primos y hermanos de los mismos pueblos, uno en el bando de Franco y el otro en el de los republicanos, como el cuadro de Francisco Goya, ‘Duelo a garrotazos’, donde dos hermanos intentan matarse a garrotazos, y esa guerra costó la vida al poeta más grande de todos los tiempos, Federico García Lorca, al que fusilado fue por las balas del odio y, cuando estaba en el paredón, imploró a sus victimarios y les dijo: “No me fusiléis, que yo también creo en la Virgen”, su cuerpo aun no es encontrado y ha servido para que Ian Gibson, su biógrafo, haya hecho unos seis libros de su vida y obra y su tragedia, pues el túnel lo han abierto ahora peatonal, cuando un tiempo fue paso de un trenecito, y se ahorra un buen tiempo para bajar al Sardinero, pero por ahí mi nieta Maraya tomó foto, se llama túnel Tetuán. Como ahora usamos taxis, los taxistas son los mejores pregoneros de las cosas de los pueblos. No se quejan, hay trabajo, mucho turismo ahora mismo abarrotan hoteles y los restaurantes, algunos hay que formar cola. Sus viejos y bellos edificios con sus tendederos en las ventanas, hechos con aluminio retractiles, cuando lavan cuelgan y allí los fijan y el aire y el sol seca la ropa, aquí hay pocas azoteas, por eso utilizan así los tendederos. Damos nuestro último rol de esta gira por Paseo Pereda, buscando algunas chucherías, Madrid estará ardiendo casi a 32, cuando en Santander hay 10 grados menos. Vamos rumbo al aeropuerto Seve Ballesteros, nominado así en honor del campeón de golf Severiano Ballesteros, nacido en Pedreña, Cantabria, y fallecido en 2011, joven a sus 54 años víctima de un tumor cerebral, cinco campeonatos del mundo y dos de Augusta, el Vaticano del golf. Amigo personal de Jaime Porres y Domingo Muguira, el cordobés, según me cuenta Horacio Fadanelli, que fue una gran promesa golfista orizabeña y conoce a todos ellos. De Muguira habré de escribir historias de Marbella y su golf. Volaremos a Madrid al Barajas-Adolfo Suárez, en un vuelo corto de una hora y pico, los 338 kilómetros que en carretera se hacen en unas 4 horas.

EN EL AIRE LA TURBULENCIA

Dejo en el tintero, diría un clásico, algo de Santander, pero ahora voy despegando rumbo a Madrid, un vuelo de una hora y piquito, en Iberia, estos vuelos domésticos que son a veces muy baratos, bueno, esta vez era mas barato irse por aquí que en el tren, que no es AVE ni Talgo, uno totolotero que debe hacer unas 4 horas trepando la montaña. Salimos rumbo al aeropuerto Seve Ballesteros. Tomamos tres taxis, somos un pelotón, una pandilla de 10. Los taxistas, algunos, son medio roñosos, suelo irme delante de copiloto de ellos y lo único que te exigen, porque así es la ley local, que lleves cubrebocas, íbamos 4, pero cuando vio que éramos tres quiso que me fuera atrás y nanáis, hice mi berrinche cuenqueño y ni madres, me fui a otro taxi. El refunfuñó, yo también. Pero sin novedad llegamos al aeropuerto, uno mejor que el Felipe Ángeles de AMLO y que tiene vuelos nacionales e internacionales. Tomamos un café y un bocadillo y abordamos. Fila 22 asiento B. El piloto pone la grabación automática, las aeromozas comienzan a hacerte la demostración de cómo ponerte el chaleco flotador, si cae la presión y se despresuriza, jalar el respirador, etc., el protocolo que nadie les mira, porque ya medio nos lo sabemos. Carretea, se pone en fila, abre los flaps de despegue y le mete la velocidad, sube sin problemas, comenzamos a ver el mar cántabro y el paisaje bello hacia abajo, dejamos Santander, un lugar al que llegan muchos cordobeses y veracruzanos, por allí había algunos y uno hasta con su avión privado. 22 grados allí y 32 nos esperaría en Madrid, que sigue hirviendo, les falta agua como a Nuevo León, decía el locutor de la TV de noticias, es un problema mundial, por todo lo que le hemos hecho a la Naturaleza que algún día cobra. El avión Airbus de Iberia irrumpe el cielo, planea el piloto para comenzar a encontrar los 10 mil pies y entonces anunciar que ya te puedes parar al baño y prender tus aparatitos de las Tablet, para que jueguen los que saben jugar. A los 10 mil pies el aire es menos denso y entonces toma su altura de navegación a sus casi 900 kilómetros de velocidad. Duermo un ratito, una pequeña pestaña cuando comienza el zangoloteo, nos agarró una turbulencia del carajo, diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo. Desperté y comencé a apretar aquellito, me ocurre lo que decía Picasso: “No le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al avión”. Comienza a descender y la turbulencia aprieta, es por el aire caliente, cuando los motores sienten el cambio de clima abajo, el calor les pega y mueven el avión. Eso lo sé porque he leído de aviones y vuelos y tengo un sobrino piloto, que me cuenta de esas cosillas. No me dio miedo. Habla el piloto que comienza el descenso y se comienza a ver desde las ventanillas que vamos bajando. Saca las ruedas del tren de aterrizaje y mueve los flaps y pum, toca tierra, carretea y nos lleva a la terminal de Barajas, ahora a los vuelos nacionales. Nada del otro mundo. A buscar el taxi para llegar al hotel y comer algo, porque el susto también da hambre, no solamente más cornadas da el hambre, según Luis Spota, el susto también. Una chela y un tentempié y mañana será otro día.

  1. preparo mi regreso, para sumarme a la pobreza franciscana de AMLO. Está bien porque ando gastado.

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