ADAN

POR: JOSÉ MUÑOZ COTA

(In Memoriam)

 

Entró como viento, como un azote de frio. Leía yo el Apocalipsis, era en el reloj la hora de las almas en pena. Por mi espalda pasaron alfileres.

Me golpeó con su voz de oleaje colérico: ¿Usted es Adán? Vengo a castigarlo.

Dudé frente a su figura extraña. Era alto y canijo. Rostro anguloso, ojos relampagueantes. Dolorosamente pálido.

-Usted ha vivido plagiándome, una a una todas mis palabras y sin pudor las ha dibujado en sus papeles.

-Señor, no sé quién es usted.

-No le interesa al ladrón el nombre de su víctima. No hay una idea de mi cerebro que usted no haya repetido.

-Pero, señor…

-Los peros son paredes que se levantan para obstruccionar el paso. Vea sus artículos, en medio de las cenizas y basuras de sus letras, brillan mis voces, sin que usted me cite como autor de ellas…

-Si usted me diera su nombre. No le he visto nunca

-Miente. Nos conocimos en el Paraíso. ¿Recuerda?

La verdad es que no traía espada; no se le veían las alas; no estaba iluminado.

Luego violentamente tomó mis originales que estaban asombrados sobre la mesa y los fue rompiendo con una alegría sádica.

Yo estaba inmóvil. Hipnotizado.

Cuando se fue, de pronto, la puerta se quedó temblando.