DONDE COMIA SINATRA

*Rememoro un viaje a Nueva York, en 2012. Ahora en tiempos de Pandemia. Cuando se podía viajar.

 

DONDE COMIA SINATRA

 

Aprovechamos la mañana fresca y con calor al mediodía para una vuelta a La Pequeña Italia (Little Italy), allí donde los chinos en su Chinatown se han comido territorio italiano. Tienen fama en la Pequeña Italia de que en todos los restaurantes comedores, Sinatra comía en sus buenos tiempos. Todos dicen lo mismo. Llego y preguntó al primer mesero que encuentro:

¿Dónde comía Sinatra?

Respondió: “Aquí mismo, siempre”.

No era cierto, pero ganar la clientela es lo máximo. Los que si rolaron por estas tierras fueron Vito Genovese, mafioso neoyorkino, y Lucky Luciano, aquel que decía “en cualquier negociación lo importante es no ser el muerto”.

Lugar típico. Mítico, tienen en una esquina su museo de la migración, cuando entraron y llegaron por la Isla Ellis, la que avizora la Estatua de la libertad. Las fotos los dejan ver pobres, muy pobres, vinieron buscando la América, como se les vio en la película El Padrino, cuando Vito Corleone de chamaco llega a esta Nueva York de siempre.

El idioma italiano se escucha. Comenzamos a comprar su heladería (gelato) y pastelería como los cannolis. A un lado, Chinatown. Nos sentamos a tomar un café. Vemos pasar a la gente, las pastas en los restaurantes son de primera. Vemos quizá el más famoso de ellos “Don Gennaro”, nombre de su santo patrono. Me hago de un par de gorras y una camiseta con la leyenda: “Little Italy”. Hay que presumir en el pueblo.

 

ESAS FOTOS

 

Una foto me atrae. Es la misma que se ve en la cinta El Padrino, cuando entre las azoteas Vito de joven mata al cacique, y se convierte en su heredero, en su Don. Datará la foto de los años 20’s. Extraordinaria. Aquí un día negociaron la gente de Luciano, que encarcelado el FBI le pidió fuera a poner orden en los muelles americanos, pues en plena Segunda Guerra Mundial había robo hormiga. Eso se terminó a los pocos días. Los golpeadores de Lucky llegaron con unos bates y se sentían Micky Mantle rompiendo piernas. Mágicamente desaparecieron los robos, la sentencia dentro de la cárcel fue rebajada y le trataron mejor.

La mafia era de respeto. Y no se metían con los civiles. Un par de horas después, de regreso. Era el último día, había que preparar maleta y persignarse para lidiar con la aduana mexicana. En la esquina tomamos el Metro. Compro un tiquet de 10 dólares que sirve para 10 subidas. Llegamos rápido, va el Metro con poca gente, no es hora pico, ahora, a diferencia de cuando lo vi por primera vez en el año 1982, que estaba sucio y lleno de porquería de pintura de grafitteros, está limpísimo. Muy ordenado. Su aire acondicionado frio. Atrás quedaron los días que esta ciudad estaba a merced de los malos. Eso se terminó. Ahora se camina por doquier sin miedo. Como deseamos en México volver a caminar.

Bajo en la Grand Central Station. Esa que junto a la de Washington, rivalizan en belleza. Es una de las joyas arquitectónicas de Nueva York. Con cien años de vida. Allí mueven a todo el pasaje, los que van a los trenes y al Metro. Para todos lados. Aparece en las películas del mundo. Fue construida por uno de los Vanderbilt, los Slim de aquellos tiempos. A las afueras, la calle es en su homenaje, Avenida Vanderbilt. Tiene su historia, cuando apareció el auto, los trenes de vapor vinieron a menos. Sus dueños vendieron los espacios comerciales y con ese dinero construyeron el edificio de Pan Am, de 59 pisos, ahora llamado Met Life, otro icono de Nueva York. La sala Vanderbilt, sus techos, la decoración, las arañas de lámparas la hacen única en el mundo. Y tiene restaurantes de todos precios. Desde el taco y hamburguesa hasta los de postín.  De allí salimos rumbo al hotel Roosevelt, el de la 45 y Madison, en preparación para tomar el Metro de nuevo e irnos al Yankee Stadium, allí donde juegan los legendarios Yankees. Ciudad impresionante, declara su alcalde Bloomberg que en la última década han ingresado 60 mil millones de dólares, solo por la industria del cine y la TV.

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