EL DIA QUE LLEGARON LAS LLUVIAS

*Algunas personas caminan bajo la lluvia, otras simplemente se mojan. Camelot.

 

EL DIA QUE LLEGARON LAS LLUVIAS

 

Es el día que llegaron las lluvias, como aquella vieja canción francesa: Le Jour Ou La Pluie Viendra, de Les Dijjins, que decían eran unas voces del cielo, y el pianista Richard Clayderman y tantos más, cuando la lluvia llegaba y París se mojaba toda, como ahora comienza a llover en estas tierras nuestras veracruzanas, y en algunos lados cae granizo, para que refresque después de las calores muy perronas, dirían en mi pueblo. Y también para que lave banquetas y limpie el maldito Coronavirus, que nos tiene a todos enclaustrados, esperando con ansiedad este mes de mayo, que según los expertos será el mes definitivo de, o sobrevivimos o la peleamos o nos pelamos, será una pelea dura, encerrarse, quedarse en casa, como ayer que pasó el Día del Niño y recordé ese gran verso de Miguel de Unamuno: “Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad; vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar”. O ese otro mini cuento de García Márquez, Un niño como yo: “Un niño de unos cinco años que ha perdido a su madre entre la muchedumbre de una feria se acerca a un agente de la policía y le pregunta: “¿No ha visto usted a una señora que anda sin un niño como yo?”. Tanto se escribió de los niños, como ese otro de La mar, de Eduardo Galeano: “Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.

Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

— ¡Ayúdame a mirar!”.

 

EL AGOSTO DE LOS PIZZEROS

 

Los pizzeros hacen su agosto. Ayer si usted ordenaba una pizza a domicilio, le decían que había que esperar tres horas, porque había cientos de pedidos. Al menos ese giro no está tan maltratado como la restaurantería, donde los meseros deambulan en las calles boteando para la comida diaria. Murió de Coronavirus el gran Oscar Chávez, el Caifán Mayor, a sus 85 años el maldito virus lo atrapó y no sobrevivió, descanse en paz, como está apretando aquellito Miguel Ángel Osorio Chong, senador que le dio el Covid 19 y algunos malpensados aseguran que se escondía en esa enfermedad para rehuir la votación donde la patria decide si le entrega todas las canicas presupuestales al presidente, o lo vetan en el Senado, los morenos van por un voto para romper el equilibrio y entregarle al presidente todas las finanzas, para que las ocupe cuando quiera decretar una emergencia, que puede ser financiera o cómo se le antoje. Echeverría puro. Y Chong en la duda. Aunque aseguran que su suplente votará en contra. Pobre país. Los niños de casa hogar Orizaba, estuvieron bien surtidos de tortas y pizzas y pasteles, que les donaron gente buena. Es un grupo de 13 niños, algunos ya jovencitos, que ahí viven en el estudio y haciéndose buenos hombres, siempre cuidados por Dios. Mayo nos bendecirá, esperamos aguantarlo, es el Mayo del trabajo y de la Madre, o el de las Cerezas de los Carrión, para abril o para mayo, como aquel poema de Miguel Hernández, Primero de Mayo, sobre la guerra, cuando España se dividía en dos: “Mayo es hoy más colérico y potente: lo alimenta la sangre derramada, la juventud que convirtió en torrente su ejecución de lumbre entrelazada. Deseo a España un mayo ejecutivo, vestido con la entera plenitud de la era. El primer árbol es su abierto olivo y no va a ser su sangre la postrera. La España que hoy no se ara, se arará toda entera”.

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