El arranque de un gobierno

CAMALEÓN
El arranque de un gobierno
Al gobernador Cuitláhuac García le sucede lo de todo gobernante, siempre está rodeado de muchos y acompañado por pocos. Ahora le corresponde dirigir el destino colectivo de más de ocho millones de veracruzanos porque así lo buscó y obtuvo el consenso mayoritario de los votantes el 1 de julio pasado, esa es una responsabilidad adquirida que debe afrontar con responsable entusiasmo, obviamente, otorgándole al concepto de gobernar sus atributos propios, no desnaturalizados como ha sucedido en nuestra entidad en los años recientes.
Porque ni la lúdica, lujuriosa, perversa y por demás corrupta forma de conducirse en el poder, como lo hiciera Fidel Herrera Beltrán, ni la inepta, corrupta, e irresponsablemente infantil de Duarte de Ochoa, pueden ser consideradas como gobierno. Tampoco el caso de Miguel Ángel Yunes Linares es parámetro para definir en términos correctos la conducción de los asuntos públicos. Porque gobernar es administrar y supone la inherente obligación de acercarle beneficios a la colectividad.
Un gobernador es históricamente responsable de cuanto sucede en la ínsula bajo su encomienda, por lo cual las acciones de sus colaboradores lo hacen responsable solidario, por cuanto a que hizo uso del poder discrecional para reclutarlos a su gusto y conveniencia, y/o para aceptar las recomendaciones provenientes de otras esferas de poder o de Partido. Es dable ejemplificarlo: el Secretario de gobierno y el de Seguridad Pública incurrieron en graves dislates al difundir versiones contrastantes con la verdad, como está sucediendo en el caso de una familia estadounidense, víctima de la prepotencia policial. Los referidos Secretarios aceptaron la versión policial y la difundieron como cierta, aunque ya ha sido desvirtuada por pruebas en contrario, dejando a ambos funcionarios en triste predicamento. Por ese desliz descomunal, el gobernador asume el golpe, sin menoscabo de aceptar la verdad.
Pero apenas es el arranque de un gobierno programado a seis años, esperamos haya sido acertada la designación de su equipo y la curva de aprendizaje tenga el suficiente peralte para salir pronto de ella, es lo que conocemos como el beneficio de la duda. Quien no esté a la altura de los requerimientos actuales no debe tener cabida en un gobierno cuyo postulado prioritario es acabar con la corrupción, porque la ineptitud es una forma manifiesta de corrupción.
Transcurrieron ya los primeros 36 días de Cuitláhuac García al frente del Poder Ejecutivo veracruzano, pero sería ocioso intentar una valoración sobre el resultado de sus acciones de gobierno, pues en realidad es corto tiempo y, aparte de nombramientos y anuncios poco hay de rescatable, ni siquiera la pugnaz intención, hasta ahora fallida, de sacar al fiscal Winckler. Incluso, el que haya decidido nominar como “Palacio del Pueblo” al histórico edificio de Enríquez, sede de los Poderes de Gobierno, resulta ciertamente intrascendente y de consumo puramente sexenal; pero enfrente tiene una realidad muy complicada: desigualdad social, pobreza extrema, infraestructura urbana, rural y carretera en pésimas condiciones, Sector Salud con instalaciones derruidas, desabasto de medicinas e insuficiente equipo médico, etc. El panorama es preocupante, ya iremos comprobando si el equipo humano que el gobernador reclutó estará a la altura de esas circunstancias.
Hay prisa por empezar a hacer los cambios, pero nada parece tan desacertado como guindar una manta en el frontispicio de un hospital con la leyenda “en este hospital los pobres, los indígenas y los desamparados son primero”, como se lee en las que cuelgan en todos los hospitales del sector salud veracruzano. Para empezar, es discriminatoria, porque un médico o personal paramédico al momento de atender un paciente no distingue condición económica, étnica, o social, y es acentuadamente estratificante porque son nosocomios cuyo funcionamiento es sostenido con recursos fiscales, es decir, de los mexicanos de distintas clases sociales que pagan impuestos. Por supuesto, la intención debe ser buena, pero cabe en aquello de “no hagas cosas buenas que parezcan malas”. Acaso se inspira en subrayar la inclinación del gobernante a favor del pueblo, pero no escapa a asociarlo con la tendencia de ciertos gobernantes hacia lo que decía la zarina Catalina la Grande, cuando gobernaba Rusia: “Hay que hacer las cosas de forma que el pueblo piense que quiere que se hagan así”.
En las prisas se corre el riesgo de asumir un discurso mágico, utilizando la retórica para esconder problemas subyacentes en la realidad. Por caso, según el secretario de gobierno, Eric Cisneros, no hay “pastillas mágicas” para combatir la inseguridad, lo dijo en Coatzacoalcos en donde mágicamente con paradoja a la vista informó que los índices delincuenciales han bajado, cuando en aquella región la convivencia con crímenes y violencia es cotidiana. Esa forma tan sui géneris de resolver el grave problema de la inseguridad transparenta su “eficacia” con la nueva disposición: ahora la policía municipal andará a pie o en bicicleta, no se sabe si fue para ahorrar gasolina o restarles movilidad a elementos presuntamente infiltrados.
El difícil escenario estatal que enfrenta Cuitláhuac García es producto de una larga estela de causa y efectos derivados del reciente pasado, originadas en un ambicioso proyecto con el propósito de trascender los tiempos a través de actores políticos incubados para medrar en cargos públicos, que incluyó la patética y costosa aparición de damas reclutadas para fines ajenos al servicio público, pero incorporadas no solo a la nómina pública sino, además, favorecidas también con parcelas de poder. Nunca antes en el firmamento político veracruzano se congregaron al unísono tantas lacras, algunas de las cuales yacen arrumbadas en reclusorios, esperando que la impunidad las rescate, y otras se menean en libertad por argucias legales, nunca por inocencia.
Para redondear el mal fario, después de los escabrosos 12 años, el gobierno bianual que siguió resultó fallido, porque no alcanzó a sentar las bases para el despegue de Veracruz, antes bien se empantanó en la eterna aventura del hombre en pos del poder, intentando prorrogar su usufructo privilegiando acuerdos hasta con malhechores políticos para concretar el proyecto familiar.
Así se juntaron 14 largos años, ya perdidos para los veracruzanos, en cuyo horizonte sombrío no se vislumbra la luz del otro lado del túnel. Ese es el gran reto de Cuitláhuac García, a quien deseamos todo el éxito posible. Mientras, solo nos queda cantar con el gran vate veracruzano: “…no viendo más que sombras en el camino, me contempla el resplandor del cielo”.
alfredobielmav@hotmail.com
5- 3n3r0- 2019