Señales de alarma / Zaira Rosas

Por: Zaira Rosas

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Hay una diferencia abismal entre la generación de un padre y un hijo, no existe una escuela para padres que enseñe a la gente a lidiar con problemas comunes en el desarrollo de un infante o un adolescente. Aunado a lo anterior, la tecnología avanza, el entorno en el que las personas crecen influye en ellas y no siempre es posible identificar señales que nos dicen que algo no anda bien, a veces por evidentes que éstas sean no las vemos, creemos que es común y seguimos sin mirarlas.

La semana pasada Estados Unidos vivió nuevamente un día de terror, un exestudiante de secundaria disparó contra todas las personas que pudo en una institución en Florida, quizás esta tragedia pudo prevenirse, igual que pudo hacerse en 1999 con la tragedia de Columbine o con cualquiera de los atentados escolares que se han suscitado en el país en los últimos años. Aunque la situación es muy común en el país vecino, no es exclusiva del mismo. México también tuvo un día de terror el año pasado en Monterrey, también a manos de un adolescente.

¿Pero cómo pudo evitarse una tragedia similar?, nadie sabía lo que iba ocurrir pero en la mayoría de casos el perfil de los atacantes tiene muchas similitudes, el comportamiento de ellos previo al acto es distinto, son personas analíticas, retraídas o agresivas. En los atentados modernos hubo avisos previos en redes sociales, sus publicaciones eran un claro indicio de que algo no estaba bien. Las redes sociales son sumamente útiles, pero también muy peligrosas y hay una infinidad de padres que no tiene idea de cómo funcionan o no dan seguimiento a lo que sus hijos están haciendo.

Si bien es cierto que los niños y jóvenes tienen derecho a crecer con ciertas libertades y el respeto a su espacio, también es urgentemente necesario que las familias se involucren más en el entorno de sus hijos, como dije antes son pocos los que tienen conocimiento de las etapas de desarrollo y las distintas maneras de tratarlas, urge saber más sobre el diálogo y la educación en casa, no todo puede ser tarea de las aulas. La educación comienza en el hogar, desde ahí se marcan las pautas que indicarán los efectos que el exterior pueda tener en cada uno de los individuos. Estamos fragmentando de tal manera los tejidos sociales que hemos facilitado que nuestros niños y jóvenes sean blanco fácil del crimen organizado, víctimas de pornografía sin siquiera saberlo e incluso ponemos a las nuevas generaciones en charola de plata ante quienes buscan cazarlos para distintos fines.

La desinformación entorno a sus formas de comunicación, sus actividades, sus intereses y emociones hace que padres de familia y personas mayores a ellos piensen que ciertos comportamientos son comunes de la edad cuando en ocasiones no lo son. El que desde pequeños tengan acceso a múltiples dispositivos e información que aún no saben cómo manejar también les afecta, hoy en día cualquiera puede hacer una compra en línea con la tarjeta de mamá o papá, los más inocentes pagan viajes a Disneyland pero también resulta muy simple tener acceso a otro tipo de productos.

Uno de los temas centrales entorno a las masacres en Estados Unidos es el fácil acceso a las armas en ese país, donde un joven no puede comprar cerveza pero sí una pistola de casi cualquier tipo sin mayor cuestionamiento, sin embargo México tampoco es ajeno a ello, realicé el simple ejercicio de entrar a Amazon, la plataforma de compras por excelencia y al teclear sobre el área de búsqueda pistola veo que por sólo $2,000 o $3,000 puedo adquirir una en menos de una semana, solo necesito dos o tres clicks, los mismos que necesita cualquier otra persona para hacerlo. Al igual que el acceso a las armas de fuego en la actualidad los niños tienen un desarrollo precoz debido al fácil acceso a contenido no apto para ellos.

¿Cómo regulamos lo anterior? Regenerando el tejido social, necesitamos más comunicación entre padres e hijos, un diálogo real y no reactivo a sucesos como los que hemos vivido recientemente, crear vínculos entre las actividades de unos y otros, observar a nuestros niños pero también escucharles, sus emociones e inquietudes son reales, no las menospreciemos por ser distintas a las nuestras, prestemos atención a todos sus avisos antes de que estos terminen en algo mayor. Sé que el tiempo es muy escaso en estas fechas, pero no importa la cantidad, sino la calidad del mismo, que el momento que convivamos sea total, sin interrupciones, sin teléfonos, sin distracciones mayores para que el diálogo, la confianza y el amor siempre estén presentes.