NO TE PUDO MATAR, CIRO

Cuando la muerte quería pisar tu huerto. Camelot.
NO TE PUDO MATAR, CIRO
Hace una semana que el libro salió al mercado y era el más solicitado, he narrado que logré comprar algunos, uno para mí y otros para regalar a unos amigos, porque volaba como pan caliente, que dicen en las panaderías. Al empleado de Sanborns Veracruz-Plaza Américas lo hice que fuera a la bodega por unos seis que tenía y le advertí que los sacara, que se le venderían en un ratito. Así fue. Debo decir que lo leí en dos sentadas, es decir dos acostadas por la noche y se fueron las 240 páginas en un santiamén.
Me gustó el escrito de Agustín Basave, aquel viejo amigo y colaborador de Colosio, que escribió sobre el atentado a Ciro:
“Bien escrita, con una pluma alternativamente enchufada al cerebro y al corazón, es la crónica que el periodista hace de su propio atentado y el ensayo de la víctima sobre el presidente que trocó resentimiento en política pública. Es el testimonio del asedio de un poderosísimo profesional del insulto —“él”, le llama a López Obrador, convertido en su innombrable— y una reflexión sobre la violencia. Es también, a juicio mío, preludio de las memorias de un personaje inteligente e ilustrado cuya mirada no se agota en el periodismo, de alguien que tiene otras aspiraciones en la vida —por más que le sean ignotas— y se niega a renunciar a su libertad desdoblada en caminatas por calles y parques. Y es, finalmente, el recuento de la perplejidad y la contrariedad de un ser humano movido vitalmente por el afecto y la gratitud a quien le resulta difícil asimilar que, como decía Manuel Garza González, en política la mala fe es de oficio.
MÁS DEL LIBRO
La obra tiene una interlocución dual. El autor les habla a dos agresores, al que intentó quitarle la vida y al que quiso truncar su carrera. Hay en su relato un dejo de engallamiento, reflejo de la exasperación del hombre que no se dejó amedrentar, que aguantó a micrófono firme todo el sexenio antes de irse a respirar a otra parte. Orgulloso de su resiliencia, le grita a “él” que no pudo con él. No acusa a Andrés Manuel de ordenar que lo mataran, por cierto, y tiene razón. “Él” no elimina a sus críticos: hace escarnio de ellos, los desacredita; los quiere vivos, sufriendo, repudiados por “el pueblo”. Dice Fuentes Mares, si mi memoria no me traiciona, que nunca fue Cortés más cruel que el día en que le perdonó la vida a Cuauhtémoc, cuando el vencido tlatoani le exigió que salvara su dignidad con el cuchillo. Sí, hay peores crueldades que la muerte. Pero a la pregunta de la segunda parte del libro, “¿Quién se chingó a quién?”.
“Y yo respondo: a fin de cuentas y a pesar de todo, Ciro, en el plano vivencial tú te lo Chingaste”.