Señores del jurado, compañeros participantes:
Dice en su obra El poder y el valor, Luis Villoro Toranzo: “Los valores morales son las columnas invisibles que sostienen a una sociedad. Cuando se quiebran, todo se derrumba.”
Nos encontramos en un momento decisivo para nuestra historia, en el que la familia mexicana enfrenta una crisis silenciosa, un vacío profundo y un reto alarmante: ¡la falta de valores morales!
El enemigo es invisible pero profundo: es la erosión silenciosa de nuestros valores. Se nos están desmoronando las columnas que sostenían nuestra sociedad. El respeto ya no guía nuestras palabras, la honestidad se ve como ingenuidad, la responsabilidad se esquiva como una carga, la empatía ha sido reemplazada por la indiferencia, y la tolerancia —esa virtud que da paz al mundo— se deshace entre fanatismo, gritos e intolerancia.
Pero no solo eso: también hemos abandonado los principios que alguna vez nos impulsaron hacia el bien: la perseverancia que forjaba nuestros sueños, la gratitud que nos enseñaba humildad, la generosidad que aliviaba el dolor ajeno, la integridad que nos volvía dignos y la solidaridad que nos convertía en hermanos.
En la Roma clásica, filósofos como Séneca hablaban de la importancia de la virtud, afirmando en Cartas a Lucilio que nada es más honorable que vivir conforme a los valores que sostienen.
La historia nos enseña que estos principios han sido el motor de las grandes civilizaciones, el pilar de sus progresos y el refugio en tiempos de dificultades. Sin embargo, vivimos una decadencia que grita en el silencio de las calles, que llora en el interior de las familias y que corroe como termita los muros de nuestras instituciones.
No es solo una crisis de valores: es la bancarrota moral de nuestra sociedad, que ha dejado de distinguir el bien del mal, la justicia de la corrupción, la verdad de la conveniencia.
¿Cómo no habrá inseguridad en las calles si se ha perdido el respeto a la vida? ¿Cómo no habrá fractura en nuestra familia si la honestidad y la empatía han sido expulsadas del hogar? ¿Cómo confiar en nuestras instituciones si la responsabilidad ha sido sustituida por la impunidad?
¡Sí! Vivimos una crisis de valores, y peor aún, la hemos normalizado. Porque cuando el mal se vuelve costumbre, el alma de un pueblo comienza a morir.
Tiene razón la socióloga mexicana Silvia Schmelkes del Valle, en su libro La educación que queremos, cuando afirma: “Educar sin valores es fabricar máquinas obedientes, no ciudadanos libres.”
Por eso, hoy necesitamos una educación basada en valores morales, que no solo incluya conocimientos, sino que forme integridad.
Por eso, amigas y amigos, yo los convoco a hacer el cambio que necesitamos para construir una sociedad más fuerte, más justa y más humana.
Ya lo dijo el Maestro de América, José Vasconcelos Calderón: “El hombre que no tiene valores morales es como un barco sin rumbo: va a la deriva en el mar de la vida.”
¡He dicho!