AHÍ VIENEN

Los últimos días de las batallas electorales. Camelot.

 

AHÍ VIENEN

 

De aquí al 18 de mayo, fechas gloriosas de la patria, esta zona estará muy activa políticamente. Vienen todos los candidatos, al menos los de la fuerza del amor, llegan a Córdoba y Orizaba Pepe Yunes, que busca la gubernatura y los y las candidatas al Senado y a las diputaciones, que por aquí deambulan. Llega también a Orizaba el 18 de mayo, Xóchitl Gálvez, a cerrar con broche de oro en Veracruz. Mientras eso ocurre rememoro una columna de un Ermitaño.

 

ERMITAÑO EN EL CHIRIMOYO

 

Hay un sitio en Orizaba llamado El Chirimoyo. Es un vaso regulador de una obra de 17 millones de pesos, que mucho le servirá a esta zona donde en los lugares aledaños había inundaciones. Hace un tiempo visité el lugar, llamó mi atención un árbol centenario, como los de la película Avatar. Ese árbol, que es un seibo (se puede escribir de las dos formas: seibo o ceibo), tenía colgadas a los lados dos lonas amarillas que servían de techo a una casucha de alguien, que se me figuró era un gambusino, aunque no buscara oro,  o un ermitaño, una gente de calle. Di con él. Se llama Diego Reyes. Una mañana le vi a unos metros de esa presa. Caminaba y empujaba una carretilla. Comía yo un par de memelas de chicharroncito y le invité un par. Le dije de entrevistarlo, de que me platicara parte de su vida. Sonrió. Iba con ropa raída, muy humilde, zapatos rotos y con el dilema de enemistad que debe tener con el agua, de no enfrentarse a los baños nunca. Pactamos la fecha. Le di para comer ese día, y se fue como el jibarito, loco de contento empujando su carretilla. Dos días después regresé con cámara en mano. Al pie de su original casa le retraté. Tiene su sitio por fuera impecable, aunque él luzca pobreza. El sitio bien chapeado. Habrá vivido noches y días duros, de mucho frio. Por dentro es un desbarajuste, acomodado cómo puede, descuidado. El olor a la humedad impera. Con un fogón no solo para calentarse, para cocinar y comer. Platica que en las noches llegan mapaches y quizá alguna culebra. El árbol, que le sirve de soporte, está pegadito a la montaña verdosa, en una ladera donde deben pulular animales nocturnos. Son peores los del día, le dije. “El que a buen árbol se arrima…”, llegó a decirme. Es albañil, y casi llega a los sesenta años. Ha sembrado higuerilla, tlanepa y lo que puede. Habita en un lugar que es propiedad privada, el dueño le permite que lo tome como su Holiday Inn.  Plomero, es su otro oficio. Lleva viviendo en ese sitio 15 años: 5 por cada parte, una al pie del otro borde, otros 5 años antes de que llegaran a construir la presa, y ahora cinco en este último sitio. Lo traen como trapeador, de un lado a otro. Huele un poco a alcohol. Se había tomado dos chorritos de aguardiente de caña, de allí el tufillo. El lago de la presa tiene unos patos de temporada, pregunté si se había comido alguno. No tienen carne, respondió displicente. Suele llegar cuando oscurece e irse cuando amanece. Junto a un árbol espinoso huisachado, Diego reconoce un hijo como de 24 años, al que nunca ve. Parte por las mañanas a otro terreno que le prestan, donde mantiene unas 9 gallinas. Como película de Disney, las ardillas son sus compañeras. Si mucho me da, me lo imagino platicando con los animales. Tuve un problema, haberle avisado del reportaje y de las fotos, se dio un ‘chainazo’, es decir, se medio acicaló, se lavó la cara y, si mucho me atrevo, se dio un regaderazo light, un baño vaquero. Posó para la foto y me pidió, antes de partir, unas seis láminas para que su techo deje de ser de lona y pase a ser como los de la población común y corriente. Con una camisa polo, pantalón oscuro, zapatos rotos y gorra de beisbolista, Diego posó para este reportaje. Al fondo, el árbol tiene un Cristo en la Cruz. Lo clavó y dijo que al irse lo habían dejado los de la constructora, y que a él ese Cristo lo cuida por las noches y por los días. Y lo bendice, aún en su pobreza. Más en su pobreza. Porque para los pobres es el reino de los cielos. No sé más de él. Ahora lo buscaré en este 2024. Si vive, que Dios lo siga cuidando y lo bendiga.