EL LIBRO BUS EN ORIZABA 

*Y la historia los devoró. En los libros. Camelot. 

 

EL LIBRO BUS EN ORIZABA 

 

Llegó a Orizaba el Librobús, uno de Fondo de Cultura Económica, que dirige el lépero y majadero, Paco Ignacio Taibo, viene con 6 mil 500 libros para vender económicamente, la cultura en ruedas. Fui de carrerita y compré uno, ‘Francisco J. Múgica, el presidente que no tuvimos’. No hace mucho AMLO platicó la historia de cuando a Múgica no lo dejaron llegar a suceder a Lázaro Cárdenas, el expropiador del petróleo, nombrarlo su sucesor y entonces, para bien del país, llegó el llamado presidente caballero, Manuel Ávila Camacho, muy querido en Veracruz Puerto, donde le tienen una estatua frente al Lois, algunos me dicen que regaló un predio gigante para hacer una escuela. Leí la historia de la Expropiación, que muchos se la adjudican a Múgica, que era muy bragado. Un día, contó Francisco Moreno en su libro, México negro, el presidente Lázaro Cárdenas tenia a los dueños de las petroleras, ingleses y americanos en Palacio Nacional para convencerlos que aportaran lo que los trabajadores sindicalizados pedían de un aumento salarial. ‘Yo respondo por ellos’, dijo el presidente. Uno de ellos, grosero y jaquetón, le dijo al presidente: ‘¿Y quién responde por usted?’, entonces el trompudo se levantó de la silla presidencial dando por terminada la reunión. A pocos días, en Palacio Nacional Lázaro Cárdenas iba a decretar la Expropiación petrolera, ya tenía al pueblo allí abajo. En ese momento llegaron los petroleros corriendo, y gritando que aceptaban el acuerdo presidencial. Múgica los detuvo en la puerta: “Demasiado tarde”, les dijo, “el presidente va a decretar la Expropiación Petrolera ahora mismo”. Y allí se cerró ese capítulo. El por qué no pudo nombrar a Múgica su sucesor, lo explicaba AMLO en sus clases de historia mañanera, era porque no podía poner otro radical de izquierda a enfrentarse con la expropiación que había llegado, y optó por Ávila Camacho, quien resultó un buen presidente, apaciguador y sin pelearse con nadie. Así la recuerdo.  

 

EL PAPA DE LOS 33 DIAS Y EL TE NOCTURNO 

 

Diario El País: “Como cada mañana desde hacía 32 días, la monja Vincenza Taffarel dejó la tacita de café en la sacristía para que Albino Luciani la encontrase cuando se despertase al alba de aquel 29 de septiembre de 1978. Al cabo de unos minutos, sobre las cinco y veinte, volvió a pasar y notó que la infusión seguía intacta. La religiosa entró entonces en el dormitorio papal y le encontró con la luz todavía encendida de la noche anterior, las gafas puestas y unos papeles que había estado leyendo en la cama (algunas versiones apuntan que era La imitación de Cristo). Nadie estaba preparado para aquello. Tampoco para que fuera una mujer la que entrase en el dormitorio de un Papa y encontrase su cadáver, con los rumores que podía desatar. Pero el remedio fue peor. El Vaticano puso en marcha un histórico desastre comunicativo, inventó varias versiones y se negó a hacer la autopsia a Luciani, uno de los pontífices más fugaces de la historia de la Iglesia. Una historia que alimentó durante décadas novelas, ensayos y películas y que vuelve ahora en forma de beatificación (con milagro incluido). A partir de hoy Juan Pablo I quedará elevado a los altares, la última frontera antes de alcanzar la santidad. Será el quinto pontífice del siglo XX en lograrlo, después de Pío X, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II”. Fin de la cita. 

La historia cuenta que a este Papa solo lo dejaron vivir y reinar 33 días, la edad de Cristo en años, entre los mafiosos del Banco Ambrosiano y el Obispo Marcinkus, presidente del Banco Vaticano, y los masones y la mafia, le prepararon un cafecito bien caliente que, al tomarlo por la noche ya no amaneció. Varios libros se escribieron de la conjura y el crimen, entre ellos ‘En el nombre de Dios’ y ‘Como un ladrón en la noche’, donde las conjeturas de su crimen se sublimaron. Fue el tiempo que en un mes el mundo vio 3 papas, Pablo VI, Luciani, el de la sonrisa, y Juan Pablo Segundo. Recuerdo una visita al Vaticano, cuando ya había fallecido Juan Pablo Segundo, la tumba del antecesor está pegada a la suya. Pero la popularidad de Juan Pablo Segundo opacaba la del pobre Papa de la Sonrisa, el que, en la tercera película del Padrino, de Francis Ford Coppola, retrata a la perfección aquella confabulación cuando Luciani iba a poner orden en las finanzas, para corroborar lo que Shakespeare escribió: “Donde hay poder hay conspiración”.  

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