CRONICAS MADRILEÑAS (DIA UNO) 

*Nadie dijo que aburrido es ver el atardecer desde cualquier lugar del mundo. Camelot.  

 

CRONICAS MADRILEÑAS (DIA UNO) 

 

Comienza la travesía. Parto de viaje y tomo la autopista de Capufe, sin novedad. Hago lo que hacía el gran Jacobo (Zabludovsy), cuando intempestivamente salía de viaje a reportear y tomaba su cepillo de dientes y la pasta y el micrófono. Había una preocupación, porque los vuelos de Aeroméxico quedaban muy pegados en horario y el aeropuerto de CDMX ahora tiene un grave problema de saturación en pistas y atrasos y hay duda si alcanzaremos vuelo para Madrid. Veracruz nos reportó en el aeropuerto Jara que había un retraso de una hora en nuestro vuelo, y me sentí como Peña Nieto cuando le exhibieron sus trastupijes, y a apretar aquellito. Pues allí nos tenéis barriendo home para poder conectar al vuelo nocturno de Madrid. Nos encomendamos al padre de los cielos y con una rezada del padre Helkyn alcanzamos el poderoso Dreamliner, que, decía el piloto, en 10 horas nos pondría en el aeropuerto Barajas-Adolfo Suarez. Somos un bandón, como nos dijo un argentino. Viajamos 10 orizabeños y nos faltaron tres de familia, los vamos a extrañar. En el aeropuerto encontré dos caras conocidas, una me pareció ver a lo lejos al senador Julen Rementeria, pero le vi en muletas y dudé fuera él, y en la otra a un Yunes, pero no era quien ustedes se imaginan, era don Jorge Yunes Saadi, cuñado del buen Johnny Aguilar de la Llave, el último secretario de Finanzas del gobernador Miguel Alemán. Platicamos un rato, cordobés me recordó de un viejo amigo que recién había fallecido, el buen Pelayo. El vuelo va lleno. Madrid está gozando o sufriendo de un calor terrablanquense, dicen los medios que está a 40 grados y allá no tienen el rio Julieta ni el Arroyo Hondo ni el Amate, para irse a dar un refrescón de una sentada, de los llamados baños de asiento. Voy unos días a tirar la fiaca y dar una vuelta que la pandemia no me había dejado volar por tres años.  

 

SOS UN BANDON (FAMILIA DE 10) 

 

Somos 10 de familia, entre adultos y los pequeños. Abordamos y despegamos. Al momento, antes de tocar los 10 mil pies de altura, la ciudad de México luce esplendorosa, muy iluminada, al cruzar por mi aldea vi en la noche el Pico de Orizaba, dormitaba, el vigía de los orizabeños. Se enruta, toma pista y acelera y despega, el GPS comienza a mostrarnos el camino. Haremos 10 horas, anuncia el piloto, con las 7 horas de diferencia enrutaremos en la noche, para llegar, horario de nosotros, a las 11 de la mañana que serán las casi 4 de la tarde en Madrid. Debemos volar rumbo a Nueva York, bordear la frontera canadiense por Halifax, donde llevaron los cuerpos de los fallecidos en naufragio el Titánic y luego cruzar el Atlántico para entrar o por Portugal, por Lisboa antigua y preciosa o por Irlanda, dependiendo la ruta que le asignen a este vuelo mexicano, que va lleno, en temporada que aún no son vacaciones, pero la pandemia ha dejado que la gente se libere. Dentro del vuelo sigue siendo obligatorio el cubrebocas. En España ya no lo usan, en las calles, me dice un amigo que hoy me contactó, ya nadie lo usa. Andan en la libertad. Llegaré y les platicaré cómo está aquello, si Madrid es, como decía el poeta mexicano, llamado Agustín Lara, para hacerte emperatriz de lavapies. No hay futbol, es la única pena, ni Real Madrid ni Barcelona, andan de tour por América ganando dólares, la temporada duerme su descanso, le daré una vuelta al estadio Santiago Bernabéu, para admirar su remodelación, hecha por el arquitecto yerno o ex yerno de Carlos Slim, el mismo que iba a hacer, junto con Norman Foster, el gran aeropuerto de CDMX y AMLO se los prohibió, se los quitó de las manos cuando ya iba en avanzada, pero esa es otra historia. Quizá me dé una vuelta a ver el pisito que vende Peña Nieto, quiere 650 mil dólares y yo mero solo traigo unos 500 dólares, a menos que acepte un enganche y abonos chiquitos como Elektra, ahí él sabrá. Llega la cena en cuanto el vuelo toma velocidad de crucero, la pantalla anuncia que va a 900 kilómetros por hora y marca las diferentes horas en México y en Madrid y el tiempo que demoraremos en llegar. Sirven el refrigerio. Las cenas de los aviones, casi por lo regular son de pollo o espagueti. Comida desabrida, nada como unas enfrijoladas como las que me hace mi cocinera Rosalía, con su chilito o con la salsa macha que inventó Salvatori de la Bella Napoli orizabeña, esas enfrijoladas son una delicia, pero ni modo mas cornadas da el hambre, decía Luis Spota y hay que entrarle a lo que esté enfrente, una ensalada, pollo o espagueti y un postre y un refresco o una chela, y ya mañana les sigo contando porque, me pondré a ver una película y luego intentar echar la meme, para despertar dónde se pueda, o a medio Atlántico para ver el amanecer, o dónde el cansancio lo permita, porque no hay nada como dormir en la camita de uno. Sin incidentes, Sin turbulencia, Siempre apanica (verbo foxista) volar tantas horas, el miedo a volar vive en uno, bien lo decía Picasso: “No le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al avión”, pero con las tecnologías modernas y avanzadas, los aeropuertos cada día tienen que ofrecer y modernizarse, para atender a los millones de pasajeros que a diario vuelan por el mundo, México vive un atraso con el nuestro de Ciudad de México, se habilita Toluca para quitarle un poco de presión al AICM, porque ese nuevo de Felipe Ángeles, pasarán años si es que llega a ser un aeropuerto de talla mediana. Ahora que se volvió a casar la gran JLO (Jenifer López), se soltó un chascarrillo por allí, dice: “Tiene mas matrimonios la Jenifer que vuelos el AIFA Felipe Ángeles”. Cierto. 

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