LOS PARQUIMETROS ORIZABEÑOS / Gilberto Haaz

*Una ciudad no está adornada por cosas externas, sino por quienes las habitan y quienes la visitan. Camelot. 

 

LOS PARQUIMETROS ORIZABEÑOS 

 

Hace algunos años en Orizaba, Pueblo Mágico, se fijaron parquímetros modernos. La idea era regular el tránsito vehicular en el primer cuadro. Los comerciantes, me incluyo, pegamos el grito en el cielo porque, acostumbrados estábamos a que frente a nuestros negocios estacionábamos desde temprano hasta la hora que nos íbamos. Y en la tarde, por igual, de 4 a 9. No vislumbrábamos que les quitábamos cajones de estacionamiento a los clientes, ahora a los turistas, que muchos llegan en autos. Pero poco a poco la ciudadanía los fue tomando con mente positiva porque, entre otras cosas, la autoridad ha declarado que ingresan más de un millón de pesos al mes y eso, manejado con honestidad y limpieza, son ingresos muy buenos para la ciudad. No se han ido ampliando mucho, pero ahí van. Muy modernizados porque se puede pagar por el teléfono celular en ‘parquimóvil’, para evitar pasarse el tiempo. Además, ante el crecimiento vehicular han proliferado estacionamientos particulares, que están llenos los fines de semana y entre semana, oscilando los precios unos entre 12 y otros 15 pesos la hora. Los del Ayuntamiento son de 10 pesos la hora y eso sí, tienen que estar muy truchas, porque la multa del candado o cangrejo que ponen es más cara que ir a Paris ida y vuelta. Los domingos y días festivos la ciudad los obsequia a los turistas, son gratis. Toco el tema porque anoche caminaba la calle Oriente 6 esquina Sur 11, se fijaron nuevos parquímetros. Me estacioné allí y puse mi lana, tenía ganas de ir a conocer un nuevo negocio que, me dicen, desde las alturas es increíble. 

 

EL NEGOCIO EN LAS ALTURAS (AURORA) 

 

Bajé del auto, caminé unos pasos entre la funeraria, la vi de lado, porque a las funerarias hay que verlas de lado, hasta que uno las vea de frente cuando entregues el cuerpo, y un hotel y me metí buscando las alturas del Aurora, un negocio de bar y restaurante que me habían hablado de él. Pregunté al empleado de la puerta, porque abajo es el hotel Haus, cómo entraba. Sencillo, al fondo al elevador y al cuarto piso. Allí me tenéis haciéndole al cronista de a pata (como dice Othón), y trepando a las alturas. Me acordé de un mugre elevador, el del hotel Giglio de la Opera, en Roma, donde había un elevador que al subir tres pisos demoraba más tiempo que el hombre cuando llegó a la luna en aquel Apolo. Este no, es rápido, muy rápido. Subían conmigo dos jovencitas y un muchacho. Caminé un peldaño más del Aurora y encontré, tal como me lo habían descrito, un panorama de la Orizaba bella de noche (Belle la Nuit) como película de Luis Buñuel. Había una mesa de unas diez personas, celebraban a alguien porque había globos de cumpleaños. Un mesero se acercó y me ofreció mesa, vengo solo a ver porque pronto vendré a cenar. Me dicen que la cena es buena, y hay de todo. Pero la vista es como si estuvieras, guardando sus proporciones, en ese peldaño de la Torre Eiffel donde hay un restaurante llamado Le Jules Verne, ya se imaginan por quién, allí cenas y ves la maravilla de París a tus pies, allí miras, a 125 metros de altura el Campo de Marte, el Quai Branly y la plaza del Trocadero, ni caso le haces a la comida con esas bellezas, eso sí, piérdele el amor a unos 105 euros. Aquí miras Orizaba, donde me tocó vivir y hacer mis crónicas mundanas contemporáneas, crónicas de los sitios bellos y del porque esta ciudad se ha convertido en la favorita de los turistas los fines de semana, como un Pueblo Mágico que tiene todo: Gente buena, servicios de primera, hoteles de todos precios, restaurantes, por igual, la mejor Alameda del mundo, lugares para niños gratis y museos, ah y hasta un Teleférico y un Pico de Orizaba. Vengan, no se arrepentirán. 

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