“Ya falta poco” “se domó la epidemia”.

“Es mejor escuchar que hablar mucho”, “en boca cerrada no entran moscas”, “el sabio calla mientras el imprudente habla”, son algunas expresiones extraídas de la experiencia humana. Hablar demasiado conlleva el riesgo de equivocarse con mayor frecuencia, porque de alguna manera las palabras sufren desgaste, se deterioran y pierden efectividad, ese pudiera ser el caso del presidente López Obrador cuando, por ejemplo, insiste en asegurar una pronta recuperación económica contra todos los pronósticos de los conocedores del tema; igualmente cuando estamos frente a un escenario de rojo púrpura y números catastróficos y señala hacia “la luz del otro lado del túnel”, también con el “ya falta poco” o “se domó la pandemia”, precisamente cuando los números de contagiados y fallecidos por el Covid-19 van hacia arriba de manera vertiginosa. Al menos sirve para saber lo difícil que resulta conciliar las palabras con la realidad.