Chairos y pejezombies, hordas fanáticas

Édgar Hernández* /

¡La última y nos vamos… de vacaciones!

Cuando Andrés Manuel López Obrador decide migrar del PRD, luego de 23 años de militancia –antes estuvo en el PRI-, para formar su propio partido, Morena, le quedaba muy claro que el único camino para alcanzar el poder era a través de la manipulación ciudadana, vía redes sociales.

No hacía más que clonar los ejemplos de Obama y Trump.

Eran finales de 2012 cuando determina germinar un ejército de fanáticos y apoyadores incondicionales; de acudir a las familias desposeídas para ganarse a las mayorías y repetir de manera machacona que iba a terminar con la “Mafia del Poder” y la corrupción.

Todo con un doble mensaje.

30 millones de mexicanos terminaron comprándole el proyecto para llevarlo a la Presidencia de la República el pasado primero de diciembre.

Así, se inicia una escalada por la preservación del poder en donde necesitaba para concretar su mandato la mano alzada de un puñado de simpatizantes y decenas, cientos, miles de jóvenes desempleados para que, al igual que las juventudes hitlerianas, los camisas pardas de Mussolini, los descamisados de Perón, los camisas rojas de Madrazo, lo defendieran.

Así ha sido desde que se autodestapó por tercera vez para la Presidencia y lo consolidó durante la campaña electoral.

Ya presidente cualquier duda que le asalta, sale a la calle a preguntar si no están de acuerdo con tal o cual tema, como el aeropuerto de Texcoco, y listo, se cumple su voluntad: “¡El pueblo de México, ya decidió!”… a mano alzada.

Algo similar sucedió en la conformación de sus grupos de choque.

Chairos, pejezomibies y amlovers, están integrados en un ejército de adolescentes y jóvenes que ni estudian ni trabajan y que por ganarse unos centavos están dispuestos a todo, sobre todo en las redes, para defender al patrón, que les da becas, dinero y apoyo.

Este grupo de fanáticos, que está diseminado en todo el país, se mantienen buena parte del día pegados a sus celulares o computadoras en espera de que les den la orden de atacar a tal o cual enemigo, opositor o crítico a puras mentadas de madre.

En Veracruz, un localizado grupo de chairos, no pierden tiempo en sus escaladas de denostaciones contra los críticos y defenestradores de Cuitláhuac García.

Van de la mano de los boots, que no son más que un programa que tiene un catálogo de insultos, descalificaciones y amenazas listos para endilgarlos a quien ose cuestionar a los morenos.

En los chairos y boots no existe el debate, los argumentos o la réplica sustentada.

¡No!.. Solo palabras con atroces faltas de ortografía, carecen de sintaxis. Solo son expresiones altisonantes. Son revires, reclamos, pleito y advertencias en abierto e incluso llamadas telefónicas para amenazarte que no sigas atacando porque van a ir por ti y tu familia.

Por estos días en que se ha puesto a debate la relación prensa estado de parte de la federación y estados afines a Morena como Veracruz, en donde se pretende el exterminio de la prensa crítica para sustituirla por un órgano oficial y programas audiovisuales controlados por el estado, bien vale la pena regresar a la memoria experiencias fallidas.

Son experiencias vividas y comprobadas las de Cuba y el bloque socialista, las de las dictaduras bananeras de Centroamérica y las Juntas Militares de tan brutal memoria en Sudamérica y África.

En Rusia y en Cuba, por poner dos ejemplos al azar, los órganos oficiales son “La Gazeta” y “Pravda” y en la isla, el “Granma”, que no publican nada que no sea el boletín del gobierno.

Sus reporteros son empleados del Kremlin o la Presidencia cubana y la postura editorial está integrada por burócratas de las casas presidenciales.

En esas naciones, de corte izquierdista o socialista, la crítica se paga con cárcel. En Rusia, los mandan a Siberia; en Cuba a insalubres mazmorras; en Sudamérica los desaparecen; en Centroamérica los incineran, y en África se los comen.

Hojas clandestinas de denuncia de cuando en vez, circulan entre la ciudadanía, pero rudos guardias pretorianos acompañados de alta tecnología, rastrean a los autores de los panfletos para llevarlos a prisión.

¿Eso es lo que queremos para México? ¿Es, acaso, lo que se pretende para Veracruz?

Imposible cerrarse a la realidad.

Los medios de comunicación en las democracias tienen que ser respetados; la libre expresión de las ideas hechas públicas no deben ser objeto de censura, el desprecio o amago y el no coincidir no deberán ser el signo de la persecución y muerte, y sí el de una sociedad plural.

Hoy a debate, tras el agotamiento de la cascada de denuncias de corrupción en Veracruz en los últimos tres lustros, entró en una encrucijada: ¿Qué es peor, ser corrupto o ser un inepto para gobernar?

Es, acaso, un destino manifiesto, la desaparición de los medios y periodistas, tal como lo proclaman los chairos, o que todos los periodistas –sobre todo los que no aplauden a Morena y sus gobernantes- se queden con el mote de chayoteros.

El punto es saber dónde queda el respeto por los medios, dónde esa lucha por la dignificación del gremio y el respaldo legal del gobierno para tener derecho a vivienda, un salario mínimo profesional, protección a su vida y la salud de sus familias.

Esos no son chayotes, son derechos sociales.

Los periodistas y los medios son parte sustantiva entre gobernantes y gobernados. Son el puente de enlace, la caja de resonancia del sentir ciudadano.

No podemos arriesgarnos a transitar por los caminos del autoritarismo. Ya tuvimos suficiente durante el Porfiriato y otros regímenes atroces.

Tiempo al tiempo.

Pd.- Nos vemos y leemos después de la llamada semana mayor.