A mi tío / Mar de León

La fecha de ayer, 21 de marzo, fue conmemorativa para Benito Juárez. También inició la primavera y recientemente lo asignaron como el día internacional del Síndrome de Down, no sé por qué.

Ayer asimismo murió un familiar mío que, si bien no fuimos muy cercanos, sí lo fue al hombre más importante en mi vida: mi padre.

Mi tío René era cuatro años mayor que mi papá Sergio. Ambos vivieron una época tranquila para México, el mundo y más para Misantla, de donde son originarios.

Es una bella población en donde pasar la infancia sería algo tan mágico y divertido que se quedaría en sus memorias para siempre. Hay miles de anécdotas con la familia, los amigos, las novias en el río, el cine y la plaza principal. Siento nostalgia al pensar en esos recuerdos, como si fueran propios.

Como dije antes, René no era habitual en mi vida, sin embargo, el amor que los sobrinos sentimos por los tíos es muy especial. Hace tres años, en plena pandemia, yo me convertí en tía. Finalmente comprendí que ese amor tan especial del que hablo es recíproco.

La partida de René me recordó a cuando falleció mi otro tío, el hermano de mi mamá: Joaquín. Igualmente se fue en una fecha inolvidable, el 2 de octubre.

Joaquín y René eran los hermanos mayores de mi madre y de mi padre, respectivamente. Yo por mi parte tengo un hermano mayor también. El hecho de que mis padres hayan perdido ya a los suyos me puso a reflexionar mucho sobre mi relación con Camilo, mi hermano.

Entre hermanos siempre, o por lo general, hay rivalidad y esa competencia constante nos interrumpe muchas veces de compartir buenos momentos que con el tiempo se volverán anécdotas y moralejas que les contaremos a nuestros hijos, sobrinos y mucho más adelante incluso a nuestros nietos.

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