LOS GUIAS TURISTICOS 

*Solo se inventa mediante el recuerdo. Camelot. 

 

LOS GUIAS TURISTICOS 

 

En estos tiempos de frio, de duro cierzo invernal, apoltronado en el reposet viendo películas y pocas noticias, uno echa a volar los recuerdos porque, como dijera García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Y recordé algunos viajes con guías turísticos. Los guías turísticos no deben ser una especie en peligro de extinción. Su trabajo les costó aprender bien y bonito en los estudios para graduarse como tales. En Orizaba tenemos uno bien chingón (palabra francesa), Julio García Zacateco, con su teléfono 272 107 3112, guía de turistas federal y especializado, que en esta pluviosilla sirve a grupos que nos visitan. Hay también los guías del volcán, de la nieve al Pico de Orizaba, Ricardo R. Demeneghi, es experto en estas lides. Orizaba está bien cubierto en estos flacos de los guías turísticos. Hace nada vi a Julio llevando un grupo de chilangos, mexicanos que venían a conocer Orizaba, uno se preguntaba cuándo en la vida iban a venir chilangos a conocer esta ciudad, cuando solo venían a visitar a sus familias en Navidad y fin de año. Ahí andaban unos 20, que los hice posar con Julio y les tomé su foto. Me acordé cuando en mis viajes al extranjero he usado los guías, pocas veces, porque luego la tour es larga y el tiempo corto. Donde uno ande te ofrecen los servicios, en el Louvre de París o dónde andes. Cierta vez con mi hermano Enrique caminaba junto a una guía, una jovencita bien preparada que explicaba a otro grupo, en la Casa Rosada de Buenos Aires, en Argentina, algún tema de Eva Perón y de su cadáver embalsamado, que por años lo escondieron y trajinaron los militares, porque Eva les daba miedo más muerta que viva. Y le solté a la guía el nombre del doctor español Pedro Ara, el embalsamador del cadáver de Eva Perón. La guía volteó y me dijo: ¿Y usted cómo sabe eso? Lo había leído no hace mucho en el libro Santa Evita con el extraordinario escritor argentino, Tomas Eloy Martínez, y se me quedó en el coco esas escenas de lo que hicieron con el cuerpo de Eva Perón, quien solía gritarles desde un balcón de la Casa Rosada: “No lloren por mí, argentina”, y claro que lloraban y le siguen llorando. 

 

EL OTRO DETALLE (EL ESCORIAL) 

 

Otra vez con Rico, el amigo que ya es rico en salud, pues me preguntan los lectores porque dejó de ser el amigo que no es rico, en el Palacio Real de Madrid veíamos unos comedores reales de 50 personas y le dije: deja eso, mi suegra doña Matilde tiene uno como de 25 personas en Orizaba, que te enseñaré. En el Escorial, llamado Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, sitio al que hay que ir varias veces, porque esta última fui con mis nietos, Chicharito y Maraya a enseñarles la historia de España en ese Monasterio y en el Valle de los Caídos, cuando aún tenían el cuerpo de Francisco Franco, ahora lo han sacao y lo mandaron a un panteón privado. Cuando el guía nos iba mostrando el sitio donde están sepultados todos los reyes y reinas de España y sus chavales, el guía iba bien tendido en su clase, algo dije del pudridero, donde ponen los cuerpos a que se pudran y entonces ya bajen, años después, al sitio donde duermen todos ellos. Es Basílica, panteón, biblioteca, colegio y monasterio, y luego de la tour enfrente hay un restaurante bien perrón, El Charolés, donde se come como campeón. Ese Escorial es una maravilla, declarado Patrimonio de la Humanidad, sirve como panteón de los reyes.  

 

LOS DE LA ANTIGUA 

 

Pero los mejores guías del mundo que he encontrado, fue una tarde al medio día cuando regresaba de Xalapa y me metí a ver La Antigua, allí por donde entró la Conquista. Tan solo al llegar, unos chamacos negritos cambujos te ofrecen mostrarte los lugares como guías. Acepté a los dos, comenzaron hablando del sitio de 500 años de historia colonial. Existen allí tiendas de souvenirs, un puente colgante que cruza el rio de La Antigua y buenos lugares de cocteles de mariscos y de pescados empapelados o mojarras, para comer como campeón. Los chiquillos iban de nota en nota, si los interrumpías a la mitad de su explicación, comenzaban de nuevo, se nota que la tenían aprendida desde el principio y si les cortabas con una pregunta, los desorientabas. Mejor los dejamos por la paz a que terminaran. Qué si aquí está el árbol sagrado de ceiba, donde Hernán Cortés amarró sus naves; qué por este rio cruzó la Conquista, allá adelantito la bella Iglesia, luego la casa donde habitaron, todo eso lo iban mostrando y uno entendía que esos chiquillos tienen una forma de ganarse la vida en la enseñanza y el aprendizaje de guías de turistas. Luego les invitamos a comer y su paga. Así lo recuerdo, como lo escribiera el filósofo Kamalucas: “La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse”.  

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