Masacre por la política; no jugar con fuego / Víctor Murguía

Dos veracruzanos se vieron favorecidos por una decisión brutal que permitió, a uno, dejar el poder sin tener consecuencias negativas y, al otro, entronizarse.

Esa decisión consistió en dar la orden para contener y dispersar, a balazos, a una muchedumbre que protestaba y amenazaba con tirar el resultado de unas elecciones presidenciales.

No hay un registro exacto de los muertos que hubo esa tarde pero habrían sido al menos doscientos.

Cuentan que uno de los protagonistas de este hecho llegó a aludirlo en una reunión en Acayucan, veinte años después.

Miguel Alemán Valdés lo recordó –de acuerdo a la versión de un asistente a ese encuentro- diciendo, palabras más palabras menos, que ahora -o sea, en los setenta- la política era más fácil pues no tenían que tomarse decisiones tan difíciles.

Se habría referido a lo sucedido el 7 de julio de 1952, cuando un día después de las votaciones presidenciales la policía capitalina y militares acabaron en poco tiempo con lo que amenazaba en convertirse en protestas que podrían tirar los resultados de las elecciones de ese año.

Alemán, que había deslizado la intención de reelegirse o ampliar su periodo pero encontró el rechazo a esas ideas, estaba por dejar el poder y su candidato, el también paisano Adolfo Ruiz Cortines, enfrentó una gran oposición en la persona del general Manuel Henríquez Guzmán.

Se afirma que Henríquez habría ganado, sin embargo, la maquinaria desde el poder operó para que no hubiera representantes de casilla del opositor y en el relleno de urnas, pero aún así los números no daban.

Para el día siguiente, el 7 de julio del referido año, fue convocada una concentración de henriquistas en la Alameda Central del entonces Distrito Federal, con el fin de festejar el triunfo.

La respuesta a esa convocatoria, desde el gobierno, fue contundente: no asistan, no hay permiso para una concentración.

La gente sí fue y entonces se tomó la decisión de ordenar la dispersión de la marcha. Fue a balazos, muriendo en esa zona, se firma, más de 200 personas.

Ya no hubo más protestas y el general Henríquez no dio el paso a la rebelión. Alemán Valdés dejó el poder sin problemas y Ruiz Cortines pudo ser presidente de 1952 a 1958, dando un giro de 180 grados a la forma de gobernar que tuvo su antecesor, pues del despilfarro se pasó a la austeridad.

Recordar este pasaje tétrico de la historia de México, sucedido a mediados del siglo pasado, viene a cuento por lo expresado hace unos días por la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, quien tras meterse en un lío por arremeter contra el INE se justificó aludiendo a la masacre de 1952.

¿En la política actual ya no se ven estas cosas? Masacres no, pero asesinatos, sí. Solo basta recordar todos los muertos que hubo en las elecciones del año pasado, incluyendo los asesinatos en Veracruz.

Las condiciones políticas y sociales cada vez se enrarecen más y no hay que jugar con fuego, como se hace ahora.