EN AQUEL BERLIN 

*Todos los hombres libres, dondequiera que vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, me enorgullezco de las palabras, ‘Ich bin ein Berliner’: “¡Soy berlinés! (ciudadano de Berlín)”. John F. Kennedy, presidente de EE. UU. 1963. Camelot. 

 

EN AQUEL BERLIN 

 

Hace algunos años anduve por Berlín. Ahora lo recuerdo porque me encontré una foto donde estoy posando en la embajada de los rusos, Putin era chamaco aún y apenas andaba boleando los zapatos a Gorbachov, aprendiendo las mañas. Putin había sido en la época de la Guerra Fría un agente de la KGB del lado ruso, en aquella Alemania ocupada. Pues ahí me tenéis con los recuerdos de cuando visité Berlín y, hospedado en el hotel Adlon, frente a la Puerta de Brandemburgo, el mejor de esa ciudad, aquel que utilizaban los nazis, incluido Hitler, para hacer sus grandes fiestas en frack, que quedaron plasmadas en libros y en la extraordinaria fotógrafa y documentalista Leni Riefensthal, que cubrió los bellos y grandes desfiles del nazismo y con su magia filmó también las Olimpiadas, cuando una gente de color, una leyenda, Jesse Owens puso de malas y desafió a Hitler, que se negó a darle la mano después de haber ganado todas las carreras, las de 100 y 200 metros y de relevos y de longitud, todo eso lo filmó la cineasta. Pocos sabían que Jesse Owens brincó y corrió con los zapatos que fabricaban los hermanos Dassler, que luego resultaron ser Adidas y cuando se pelearon por la sociedad, uno de ellos creó Pumas. La historia de esos tenis zapatillas que le regalaron a Jesse Owens, tuvo un final bueno, pues cuando los aliados, los americanos entraron a Berlín, porque los rusos entraron a violar y arrasar a la población civil los muy malditos, llegaron a esa fábrica y la querían quemar, pero uno de los hermanos le mostró la fotografía de Jesse Owens y le dijo: “Con estas zapatillas nuestras, su corredor fue campeón”, y perdonaron quemarla. La cineasta Riefensthal (1902-2003), vivió muchísimos años (101), para recordar la gloria de sus documentales, entre ellos ‘El triunfo de la voluntad’, que aún se puede comprar en hemerotecas y verse en Youtube subtitulado, una joya de la cinematografía y del mostrar a los nazis en todo su esplendor, con su patrón, el killer Adolf Hitler, que quería un imperio de mil años, y apenas le alcanzó para unos 10 años de esplendor y grandeza. Wikipedia: ‘Detenida y juzgada al finalizar la guerra, quedó clasificada como «compañera de ruta» (Mitläufer) y no fue asociada con los crímenes de guerra de los nazis’. El documental es toda una joya de propaganda de guerra. 

 

MAS DE BERLIN 

 

En aquel año, creo que fue hace unos 22, aun no existía el euro y mamá Merkel no llegaba a gobernarlos, no sabía tanto de Berlín, algo pero no mucho, luego leí todos los libros de Berlín de Anthony Beevor, y conocí su historia de la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades que se cometieron, más del lado ruso que del nazismo, porque los nazis no cantaban mal las rancheras, pero los rusos, uffff, son peores que el Covid. Caminé lo que pude, con una guía alemana, una rubia de casi dos metros, le preguntaba dónde encontraba la ruta de Hitler, se hacía como AMLO cuando le publicaron el Rey del Cash, volteaba para el otro lado, quería conocer los campos de concentración, pensando que había alguno en Berlín, se hacia la desentendida. De Hitler no querían hablar nada. Fui al Muro, allí dejaron un pedazo del Muro de Berlín, para que el mundo conociera esa atrocidad que hicieron los rusos, cuando Reagan le gritaba a Gorbachov, tire ese Muro, y tuvo que llegar un Papa, Juan Pablo Segundo, para darle una ayudadita y que decretaran la desaparición de la Unión Soviética y ese Muro se fue a la burguer, diría un chamaco leperón. Allí se toma uno fotografías y en las tiendas de souvenir, en bolsitas pequeñas, venden pedacitos de piedra del Muro, yo creo que algunas ya ni deben ser originales, pero uno se las trae, aun guardo una aquí en mi oficina chayotera. Vi también el avión viejo, un C54 de aquella odisea de los americanos, cuando iba a iniciar la Guerra fría y el más maloso de todos, Josef Stalin decretó un bloqueo terrestre para que los aliados, Francia, Reino Unido y Estados Unidos, no pudieran por tierra llevar alimentos. Entonces Estados Unidos utilizó la aviación y durante once meses, del 48 al 49, en un puente aéreo histórico, los americanos pusieron en acción un avión cada media hora, día y noche, hay una cinta por allí donde se ven a los chiquillos berlineses recogiendo los chocolates que les aventaban los pilotos americanos.200 mil vuelos al año, transportando 4 mil toneladas de alimentos en 900 vuelos diarios Toda una odisea de heroicidad.  

Luego les cuento la parte II. 

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