LOS VIEJOS LIBREROS / Gilberto Hazz

*De Irene Vallejo. “Los libros tienen voz y hablan salvando épocas y vidas. Las librerías son esos territorios mágicos donde, en un acto de inspiración, escuchamos los ecos suaves y chisporreantes de la memoria desconocida”. Camelot. 

 

LOS VIEJOS LIBREROS 

 

Alguna vez en Argentina, en la librería de Buenos Aires, El Ateneo, que más que una librería parece una sala de conciertos, al viejo librero que atendía le pedí me recomendara un libro. Me dio uno del gran Groucho Marx, que disfruté como pocas veces. Los viejos libreros han vivido en sus librerías, como gente que, me imagino, por las noches despiertan y se van a merodear entre los miles de libros que allí cuentan historias. Como decía la escritora Irene Vallejo: “Somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar”. Cuando la escritura nacía, los aborígenes indígenas reverenciaban a aquellos que sabían escribir y contar las cosas. Eran como los viejos libreros que pululan en el mundo. Yo Mero, cada que puedo me meto a una librería, lo mismo en Madrid que en Buenos Aires o en los sitios dónde ande. En La Habana, en Cuba, los libreros de viejo los venden en las calles. Allí ya hay poca oportunidad, porque la Revolución se comió todo y no les dejó vivas ni las esperanzas, con todo y que tienen excelentes escritores, como aquel Guillermo Cabrera Infante, que lejos de su tierra murió repudiando a Fidel Castro, o el mismo Leonardo Padura, que allí vive y dice que el exilio es uno de los mayores dramas de los cubanos. Y de libros, apenas apareció en el mercado el libro El infinito en un junco, de Irene Vallejo, que relata el despertar y las historiasde los libros, desde que Homero dio a la luz y recorre la historia del asombroso artefacto que nació hace cinco milenios, cuando los egipcios descubrieron el potencial de un junco al que llamaron «papiro». Con gran sensibilidad y soltura narrativa, la autora se remonta a los campos de batalla de Alejandro, los palacios de Cleopatra, las primeras librerías y los talleres de copia manuscrita, pero también visita las hogueras donde ardieron códices prohibidos, la biblioteca de Sarajevo y el laberinto subterráneo de Oxford en el año 2000. Los tiempos se funden en la aventura. Un excelente libro. 

 

LA LIBRERÍA GARCILAZO 

 

Comento esto de los libros, porque ayer en mi Facebook escribí de la lamentable historia de la orizabeña librería Garcilazo, que cerraba sus puertas y comenzaba un remate de los libros que le quedaban, recordé al maestro Garcilazo (Miguel) y la gente comenzó a manifestarse con comentarios positivos a esa librería y al profesor Garcilazo, que en el local antiguo de la orizabeña calle de oriente 4, allí atendía a compradores. Hubo uno de un sacerdote que, me escribió que venía de Tomatlán, y llegaba a Garcilazo por el libro pedido. Cientos y miles escribieron la historia junto al profesor, uno de ellos fue su alumno y me escribió que don Miguel fue maestro de la preparatoria, que en aquel tiempo era la mejor prepa del estado, con profesionistas muy preparados y maestros de la talla de la doctora Georgina Velázquez, que ejerció alto cargo en el IMSS nacional. La historia pura de una Orizaba que se va perdiendo, la de las librerías antiguas, por muchos aspectos, los libros que ya no se venden, cuando se compraban para las escuelas, las redes sociales y el Internet, la competencia feroz de tiendas como Sanborns con su buena librería, el poder adquisitivo de un pueblo que lee poco y muchas otras cosas más. Recuerdo al profesor Garcilazo, gente de izquierda, auténtico pensador, cuando hace unas cinco décadas, allá en aquellos años 70 en su tienda de la oriente 4 me paraba a comprarle y platicar. Aún conservo algunos libros de 40 pesos, de aquellos pesos, ahí me hizo una confidencia, que John Womack, el gran historiador y maestro de Harvard de Carlos Salinas, cuando escribió el Zapata, llegó con él a platicar y husmear entre los libros mexicanos. Eran hombres llenos de sabiduría. Se bajará la cortina del negocio y quedará en la vida, la historia de ese profesor que tuvo una afamada librería y cubrió una época de lectores y lectura en Orizaba. Los libros no morirán. Como los periódicos. No hay nada como leer un libro por la noche y dormirse con él, con sus historias y dramas. Eso es mejor que la polémica de si Belinda le devuelve el anillo a Nodal. Cito a Irene Vallejo: “Imaginemos por un instante que cada uno de nosotros tuviéramos que dedicar meses enteros de nuestra vida a hacer copias a mano, palabra por palabra, de nuestros libros más queridos, para evitar su extinción. ¿Cuántos se salvarían?”. 

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