NO ERA UN DOMINGO CUALQUIERA 

*De Benedetti: “Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”. Camelot,

 

NO ERA UN DOMINGO CUALQUIERA

 

Fue un domingo movido. Movidito. Aparecieron tantas cosas ese día, que no se daba uno abasto con aquello que apareció ese domingo. Temprano de madrugada brotó la noticia de que moría Vicente Fernández, y el mundo de la música ranchera se enlutó. Las televisoras comenzaron la cobertura cuando muere un grande, como lo hicieron con Juan Gabriel y José José. Televisa mandó llamar a un bateador emergente, una estrella que fue de su canal de las estrellas, Joaquín López Dóriga que, como en los tiempos del otro grande, Jacobo Zabludovsky, llegaban a cubrir esa cancha de noticias, junto a Ana Lucia Ordoñana. El famoso teacher se apoderó del escenario y desquitó el sueldo, porque se quedó cerca de 11 horas al aire, rememoraba las anécdotas de él mismo con Vicente Fernández, como aquella que una vez intentó regalarle un traje de charro y López Dóriga se lo rechazó, porque le dijo que para ser charro no solo hay que serlo sino parecerlo. Era el último grande que se iba. Las redes sociales comenzaron a actuar, el video de su hijo, Alejandro Fernández, en el Auditorio Nacional, estremecía, cantaba una canción del padre y se doblaba, y con él la gente que no cesaba de aplaudir, bajo el lema de Vicente: mientras ustedes aplaudan yo seguiré cantando. El pésame llegó hasta de la Casa Blanca, donde el patrón Joe Biden, tuiteó su muerte y dio el pésame. ‘La música ha perdido a un icono’, lo llamó el poderoso presidente americano. No había artista que no lo lamentara, Tony Bennet y todos los extranjeros amigos de Vicente. La televisión mostró aquel dueto de la gran canción, Regresa a mí, de esos dos grandes: Vicente y Tony Bennet. Fue velado en su rancho. Fue acompañado por muchísima gente que se despedía. El féretro donde llegó el hijo a cantarle y la viuda a estremecerse con una fortaleza única. Con un Cristo crucificado, un cuadro de la Santísima Virgen de Guadalupe y una gran bandera mexicana, ese era el escenario en el auditorio del rancho Los Tres Potrillos, arropaban a su pueblo, a la gente que se trasladaba a darle el último adiós.

 

UN DOMINGO ESPECIAL

 

No era un domingo cualquiera, era un domingo donde la Fórmula Uno brilló y el compañero de Checo Pérez, Max Verstappen, se quedaba con el título de campeón del mundo y expresaba palabras de agradecimiento al mexicano corredor. Era también el Día Guadalupano, el que se celebra a la Virgen amada y querida. Y, por si algo faltara, el cumpleaños 47 del gran diario NOTIVER y por ahí, el cumpleaños de mi hermano Enrique, que nació guadalupano. Tarde de comida y tarde donde el frio se asentaba. Pero como vivimos en Orizaba, aquí se viven todas las estaciones en un día, y por la tarde salía el sol, aunque más noche volviera a lloviznar y anochecer con neblina, muy londinense. Los juegos del americano y por la noche, para cerrar el domingo, el Atlas-León, en la que fue una gran final donde, después de salados 70 años, el Atlas se hacía del triunfo con el último gol de penalti de Julio Furch, a quien recordamos con los Tiburones Rojos de Veracruz, en aquel tiempo propiedad de Fidel Kuri Grajales, que Furch brilló en ese cuadro jalisciense donde, al principio, Paty Cantú cantó el himno mexicano, que había pedido cantarlo Alejandro Fernández, pero la muerte de su padre se lo impidió. Allí mismo en el estadio, después de entonar el himno con 60 mil asistentes, se le hizo un homenaje de un minuto de aplausos para Vicente Fernández, y en la pantalla grande en ese minuto pusieron un video de una de sus memorables canciones. El Rey dejaba el trono en esta tierra, y lo mejor que circuló en las redes sociales fue un cartón de un monero, donde se ve a la Virgen de Guadalupe preguntando a Vicente Fernández: ¿Me trajiste serenata? El responde. Si, madrecita. Bella caricatura para ese encuentro que seguro se dio. El poeta español, Miguel Hernández, escribió: Si la muerte pisa mi huerto, quién firmará que he muerto de muerte natural. Murió Vicente y miles y miles le acompañaron en su despedida de cuerpo presente. Para orgullo de los jaliscienses, de donde era, el Atlas se hizo campeón, después de 70 años de añorarlo, por esa y muchas cosas más, ese no fue un domingo cualquiera, fue un domingo muy especial.

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