Grúa, corralón, moche, usted dirá, jefe

CUENTOS, MITOS Y TRADICIONES

Grúa, corralón, moche, usted dirá, jefe

Por Juan Iván Salomón

Al final de esta columnilla, leerán una tragicomedia de la vida real de un tío de Yaretzi, la crush de este iluso reportero. El tema inicial de hoy sucedió cualquier día de estos en la calle Lucio Blanco, frente a la Plaza Museo y el mercado Rendón, en Xalapa, donde está prohibido estacionar vehículos. Tengan mucho cuidado, eh.

Varios transeúntes vimos cómo era subido un automóvil color rojo a la grúa y en eso llegó corriendo el conductor:

–Oigan, oigan,  sólo fueron “unos minutitos”. Fui a comprar al súper. No se lo lleven por favor  –suplicó angustiado.

Impertérrita, solemne, con aires de perdonavidas, la oficial de tránsito lo ignoró olímpicamente, mientras el operador de la grúa sonreía burlón y continuaba ceremonioso encadenando el coche.

No hubo poder humano que impidiera el arrastre. Escenas similares se registran a diario a distintas horas en ésta y otras rúas. La gente ya se acostumbró. Los afectados tienen que pagar el costo de la grúa, el encierro en el corralón y la infracción. Y si no está en regla algún documento o le falta, pagará una lanita más de multa… a menos que en el trayecto, lejos de los mirones, convenza a los patrulleros de liberar el vehículo, previo moche, mordida o soborno. ¡usted dirá, jefe!

Lo conveniente  es no arriesgarse. Los de la 4-T no son iguales, son peores. Y para ejemplo, aquí va otro dato: Varios vehículos de personas que esta semana llevaron a sus hijos a vacunar, fueron levantados por la grúa y trasladados al corralón. Arrasan parejo. No perdonan a nadie.

***

Aquí va la triste historia de Pedrito, mejor conocido por el mote de “Chistorete”, por simpático y dicharachero. Vivía en un pueblo perdido en las Altas Montañas de Veracruz. A todos hacía reír con sus ingeniosas guasas. Un día fue a la ciudad. A lo lejos divisó a su primo Chepe, en los grandes pasillos de un edificio. Se le acercó cauteloso, ya en otras ocasiones y a distintas personas había jugado la misma broma. Les sorprendía por la espalda, les hacía cosquillas y al mismo tiempo les gritaba fuerte para asustarles. Pegaban tremendo brinco y le reclamaban; luego reían juntos a grandes carcajadas.

Chepe y el Chistorete nacieron el mismo día con un año de diferencia.  Cada día 5 de diciembre, en su cumpleaños, la familia recuerda el suceso de aquel aciago domingo. Las personas que presenciaron el hecho nunca supieron a ciencia cierta cuál fue el móvil. Se trató de un lío entre dos desconocidos y ya.

–Chepe y su primo Chistorete mantenían excelente amistad. Tenían casi la misma edad y parrandeaban juntos –relata una tía abuela de ambos y añade:

–Ese domingo 7 el diablo metió la cola. Chepe había sido policía en la ciudad. Siempre andaba armado y alerta por si las dudas. Estaba recargado en el barandal del pasillo, con el rabillo del ojo alcanzó a ver el bulto que se  acercaba agazapado. Sacó la pistola, dio rápido la vuelta y PUM… le metió un balazo en la frente a mi pobre Chistorete.

–Supuso Chepe que era un asaltante o matón que le quería madrugar.

Qué triste final del alegre Chistorete. Después de este sangriento episodio, Chepe se fue de mojado a Estados Unidos y nunca más se recibieron noticias suyas.