MI CAMINAR POR CORDOBA 

*Del gran Machado: “El caminante hace camino al andar”. Camelot.

 

MI CAMINAR POR CORDOBA

 

Mañana de media semana. Llega la neblina. Voy a Córdoba a un café con el notario Alejandro Herrera Marín, notario cordobés desde que casi se fundó Córdoba, es decir, hace unos 30 años. Ahora salgo solo a la autopista, soy el conductor designado, llego al Puente de Metlac, donde la cola de los camiones de doble caja y los automóviles comienzan a apilarse, pago a la empleada de la caseta de Capufe en Fortín, pobre, está como loca cobrando sin parar, debe llegar a su casa y solo ver billetes y monedas, le comento: ‘No tienen ni para cuándo arreglar este problema de ampliar las casetas’. ‘Es correcto’, me responde. La tienen sencilla, hay que aumentar a 12 casetas de cobro, 6 de cada lado, pero estos marros de Capufe no quieren gastar, esa austeridá (jajaja) amloista. Entro a Córdoba y bajo de la autopista, la neblina no deja ver el majestuoso Pico de Orizaba, el vigía de la ciudad y la región. Muy londinense el panorama. Hace frío. Llego a Home Depot por un par de focos, esa extraordinaria tienda de cosas del hogar, situada entre las dos ciudades, al igual que Sams, donde más tarde fui y la sorpresa es que, como no había comprado en dos años de pandemia, la credencial estaba vencida, había que renovarla mediante 500 pesotes, todavía el empleado me pedía otros 500 más para que las compras que se hicieran a futuro llevaran el 2 por ciento de descuento. ‘Cálmate’, le dije, cóbrame y vámonos haciendo menos para vivir mejor todos.

 

EN EL PARQUE CENTRAL

 

En el parque central ya luce un gran árbol navideño. Frente a su palacio municipal, que pronto entregará la alcaldesa panista a una gente de Morena, donde ganaron la elección y los habitantes cordobeses, incluidos algunos resentidos priístas, que se alegraron de su derrota, extrañarán al ingeniero Guillermo Rivas Díaz, que perdió la elección de alcalde, pero creo que quien más perdió fue la ciudad. Los boleros y vendedores pululan. Me siento en el portal de Zevallos, en los famosos portales, allí afuera donde el Virrey Odonojú y el emperador Agustín de Iturbide desanudaron un nudo muy canijo, y de ahí nació la independencia de México. El mesero me saluda. Tenía casi dos años que no aterrizaba por esas tierras. Los marimberos y un señor con la flauta tocan por unas monedas, los músicos urbanos que allí hay muchísimos, al igual que los vendedores de CD y videos de películas piratas, que casi ya no hay porque, desde que llegaron las cadenas de Netflix y todas las demás, el cine se ve ahí, además Netflix es barato, 266 pesos y te dan para cuatro señales. Platico con el notario, me habla que no hace mucho vio y comió con Dante Delgado Rannauro, el dueño de Movimiento Ciudadano (MC), y Dante le pidió le ayudara en Córdoba a su proyecto. Dante puede ser, ahora que va a dirigir su partido, uno de los candidatos no solo a la gubernatura de Veracruz, sino a la presidencia de la república, porque, al paso que vamos, de entre los partidos no ha brotado un líder. Eso sí, Dante debe ponerse las pilas y combatir fuertemente las arbitrariedades de la mayoría en el Congreso, que quieren todas las canicas, así me lo dijo alguien que sabe de estas cosas. Parto a la comida. Suelo hacerlo en el restaurante de hotel Virreynal, cuyo lema es ‘Muchos platos, pocos pesos’, me atiende el mesero Viviano. Comida casera a 109 pesos. Dos tacos de entrada, una crema, arroz al gusto y un guisado de pollo o carne y la gelatina de postre. Atascado, terminando hay que ir a dar dos vueltas al parque para bajar la panza. Y para que la digestión se apure. Atravieso el parque, llego por las mundialmente afamadas tortas del Borrego, las de jamón envinado, caras pero ricas, a 38 pesos cada una, pero con eso tienes para cenar sabroso. Llevo unas 12 para repartir en la familia y un hueso para una fabada y dos kilos de jamón, y a tomar la autopista por el tramo de Sams, donde ahí si no hay cola, porque es el tramo viejo. Mi caminar por Córdoba, una ciudad cafetera donde la marimba suena en los portales y me acordé lo que escribió Ernest Hemingway en su libro, París era una fiesta: “Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”. Eso hago ahora.

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