«Ganar la paz, no la guerra»

Alfredo Bielma Villanueva
 
No solo es “abrazos, no balazos”, la frase emblemática usada por el presidente López Obrador para sintetizar su estrategia para enfrentar el problema de inseguridad pública ocasionado por las diversas bandas del crimen organizado, también destaca la expresada por Rosa Icela Rodríguez, titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana: “el Gobierno no quiere ganar la guerra, sino la paz”. En sus inicios, ambas frases sonaron bien porque se les suponía plenas de inherentes acciones ricas en formulas anticrimen científicamente diseñadas, aunque a tres años de ejercicio aún no es posible advertir resultados que demuestren su efectividad. El discurso presidencial se acompañaba con una declaración esperanzadora: decía el presidente que consideraría un fracaso de su gobierno si no se lograba pacificar al país. Aun no es tiempo para declarar fracasado el intento, faltan tres años para completar el ciclo; sin embargo, en el escenario nacional pocos indicios hay de avances concretos, de no haberlos, en la medida que corre el tiempo empezará a convertirse en pesada loza. Fue promesa de campaña repetida profusamente, igual a la solución del caso Ayotzinapa (que sigue girando en torno a “la verdad histórica”), y el recate de los cuerpos de mineros muertos en la explosión de la mina del complejo Pasta de Conchos, el 19 de febrero de 2006. Corre tiempo.