A LA MITAD DE SEPTIEMBRE 

*Siempre es más oscuro antes del amanecer. Camelot. 

 

A LA MITAD DE SEPTIEMBRE

 

A septiembre le han cantado bardos, poetas y músicos; de septiembre, por ejemplo, Neil Diamond hizo una bellísima canción, llamada September Morn, mañana de septiembre. Letra bellísima para los amantes que bailaron toda la noche hasta ver el amanecer, “los amaneceres de septiembre aun me hacen ver así, de esa manera”. No es que haya amanecido muy romántico, es que ayer mismo en la final de las jovencitas en el US Open neoyorkino, el sonido ambiental puso otra rola de Neil Diamond, otra de sus legendarias: Dulce Carolina (Swett Caroline), y todo ese estadio se engrandecía viendo a dos niñas de 18 y 19 años llegar y tocar la gloria de los grandes, donde solo los iluminados llegan después de años de esfuerzo. Ellas dos, llegaron por su determinación de no dejarse vencer por ese monstruoso estadio, y fueron derrumbando a sembradas y sembradas hasta acariciar lo más alto de esa montaña, la final del US Open. Este fin no fue un sábado ni domingo cualquiera. El torneo US Open revitalizó el tenis, volvió a aquellos que ya no veíamos los juegos, unos fans sin despegarnos de la televisión. Fue una hazaña que enloqueció a Nueva York, un gran culto al mestizaje, cuando las dos chiquillas, una británica y la otra canadiense, con raíces hispanas y rumanas, dejaron todos los récordssobre esa cancha que alberga a unos 23 mil aficionados, la cancha de tenis más grande del mundo. Ema Raducanu es la primera tenista, hombre o mujer, que conquista un Grand Slam procedente de la fase previa; lo hace, además, sin ceder un solo set en los 10 partidos que ha jugado y convirtiéndose en la ganadora más joven de un major desde que la rusa Maria Sharapova triunfara en Wimbledon en 2004, cuando tenía 17 años. La otra, la pequeña Leylah, hija de ecuatoriano y madre filipina, dejó su corazón en Nueva York, como alguna vez lo dejó Tony Bennet en San Francisco. Fue tanto el apoyo y la admiración que al final, al perder el juego, no solo lloraba, se mantuvo firme diciendo que vendría el próximo año por ese torneo, y dejó un mensaje conmovedor a los neoyorkinos, en uno de los días más tristes de su historia, el 20 aniversario de los ataques terroristas a las Torres Gemelas, y no había escenario, lo mismo el Abierto de Estados Unidos, que por la noche el juego de Yankess contra Mets, totalmente neoyorkino, para no solo guardar el obligado minuto de silencio, recordar con la música de los gaiteros a aquellos bomberos y  trabajadores que dejaron su vida por salvar a unos 15 mil que adentro estaban, aun con la muerte de 3 mil personas. Las banderas ondeaban a media asta, las televisiones, CNN y Foro TV mexicana, todo el día recordando los ataques. Nuestras tragedias con la inundación de Tula y el derrumbe del Cerro del Chiquihuite, donde se han permitido asentamientos de gente pobre, que les ha costado la vida. Los líos del gobierno, donde el semanario Proceso culpa a esta administración, de las inundaciones al quitar un programa que era un ejemplo hasta en la ONU, de prevención de desastres en tiempos pasados, aparte de borrar por capricho los fondos del Fonden. La otra hombrada sabatina, fue el regreso del gran Cristiano Ronaldo, a sus 36 años, que en el viejo estadio Old Stratton revivió su magia anotando dos goles y poniendo locos a esos ingleses, que aman el futbol. Y Messi con sus tres goles con Argentina.

 

LA LECTURA

 

Por la noche, cuando tomo un tiempo le entro a la lectura. Buscaba los libros de mi biblioteca del gran poeta, Federico García Lorca, de quien su biógrafo Ian Gibson ha escrito todo el relato de sus últimos días con vida, hasta que el odio y la perversidad lo fusilaron en Granada, su tierra, allí donde Antonio Machado le escribió extraordinario poema, El crimen fue en Granada: “Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara.

Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva!

Muerto cayó Federico —sangre en la frente y plomo en las entrañas—

… Que fue en Granada el crimen sabed — ¡pobre Granada! —, en su Granada”.

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