NO DAR LA MANO (FUCHILA) 

*De Churchill: “Un apaciguador es alguien que alimenta a un cocodrilo esperando que se coma al otro antes que a él”. Camelot. 

 

NO DAR LA MANO (FUCHILA) 

 

En la política, como en la vida, hay veces que no se quiere dar la mano a alguien que llega a extenderla. Dar la mano nace de una leyenda.  El darse la mano es una costumbre muy antigua que ha servido como saludo a lo largo de los siglos y en gran parte del mundo, no sólo en los países occidentales. Esta tradición o costumbre la podemos fechar en los días en los que las personas habitaban en pequeñas comunidades aisladas cazando para comer y por lo tanto el contacto con otras civilizaciones era escaso o nulo. Por lo que cuando aparecía algún extraño, como se le tomaba como amenaza, lo que hacían era dar la mano para indicar que no llevaba ningún arma. Se daba la mano derecha, porque la mayoría de las personas son diestras y así indicaban que estaban desarmados. Lógicamente esto era toda una ventaja para los zurdos que querían atacar por sorpresa a otro. Situándonos ya en la Edad Media, estrechar la mano simbolizaba que no se llevaba ningún arma bajo la ropa, las mujeres no estrechaban la mano ya que no eran percibidas como amenaza. Es otro motivo de que sea la mano derecha la que se use en el saludo, ya que la mano izquierda está asociada a fines higiénicos. Y nunca se utiliza para comer, dar o recibir, ni tampoco para saludos. Nietzsche decía que Dios les daba la mano a algunos creyentes, pero que luego procedía a lavársela por ser muy hipócritas. En aquellos saludos imperiales, cuando se formaban fila para saludar al presidente en Palacio Nacional, cuando acababa de protestar como mandamás, a Carlos Salinas, que era debilucho de mano, le ponía el Estado Mayor Presidencial, por órdenes de los médicos, una vendoleta en la mano derecha, pues cinco horas después terminaba con la mano amoratada. El presidente Ruiz Cortines, viejo sabio, no le gustaban tantos apretones y saludos, tenía una buena técnica, se ponía su sombrero Tardán al pecho, tomándolo con la mano derecha y nadie lo podía saludar, menos abrazar. En la era moderna, si las mujeres no te estiran la mano, ni lo intentes. Es de mal gusto. 

 

LAS LINEAS PARA ELEGIR 

 

Ahora que la secretaria, a quien llamaban secretaria florero, se fue de Gobernación al Senado, el preciso tiró una línea. Con su dedo señaló el camino y los borregos la eligieron presidenta. Y me acordé de aquella elección reñida, cuando de sorpresa el Papa Polaco, Karol Woktyla, resultó papa. Va la historia. La elección en la Capilla Sixtina, de Juan Pablo Segundo, fue la elección de más grilla, porque eran dos italianos los que punteaban, Siri y Bellini. Cada rato tenía empates, como la liguilla mexicana, a los otros cardenales ya les había entrado la fiaca y apresuraban el paso (En el pasado, 1274, cuando se demoraban al elegirlos y no decidían quién sería el jerarca de la Iglesia Católica, la gente encerró a los pocos cardenales, tapiaron un cuarto con ladrillos y hasta que no hubiera humo blanco no les abrían, solo demoraron pocos días así) La de Juan Pablo fue de emoción, el empate no lo desempataban ni con penaltis. Fueron en busca de un tercero, y un cardenal vienés (por Viena) empezó a repartir un librito de homilías, ‘Signos de contradicción’, cuyo autor era Karol Wojtyla, a la entrada del Cónclave, como buen priísta. ‘Voten por este, decía quedito’. ‘Dios me lo aconsejó’, rogaba. 

Es conocida esta anécdota y aparece en la película de Netflix, Los dos papas. 

El peso de los cardenales centroeuropeos se sabía que era importante, por su prestigio en los Sínodos de los Obispos, frente a los cardenales latinos o italianos. Así, el cardenal vienés Knig al entrar en el Cónclave el 14 de octubre, preguntó al Primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszynski:  

¿Y si el próximo Papa fuera un polaco? A lo mejor Polonia tendría algún candidato…. A lo que el Primado respondió: ¡Dios mío! Te parece que yo debería acabar en Roma… bueno, esto supondría un triunfo sobre los comunistas.  

Knig dijo entonces, “No, no me refiero a ti, pero hay un segundo hombre polaco…”. “¡Ah!”, replicó Wyszynski, “es demasiado joven Karol, es desconocido… nunca podría ser Papa”, aseguró.  

Pocas horas después, el Primado de Polonia se acercó a su pupilo y le dijo: “Si te eligen, ¡acéptalo!”. 

Así fue. 

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