POR: JOSÉ MUÑOZ COTA
(In Memoriam)
El y el Delirium Tremens
Se anduvieron buscando por todas las cantinas.
Era cuestión de hombría:
a ver quién salta primero las barreras,
a ver si el tiempo es más listo que él
y le borra a sus piernas la escalera.
Para lavar con vino las mugres del espíritu,
Bebió devotamente su ración de locura.
Tenía que olvidar el rostro inmundo del jacal,
y sacudir el polvo de la afrentosa espera;
las ratas, la miseria
y el calor sofocante del comal.
Y nadie le dio nada.
Ni un pan, ni una mano.
Olvidó para siempre la sonrisa.
Sólo lo sostuvieron
la vid, el vino y la casa de empeño
donde prestan unos cuantos centavos por el alma.
Presintió que el delirio,
amigo inesperado,
le inventó un mundo
del cual nunca volvió.