LEER UN BUEN RATO 

*De Borges: “Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”. Camelot. 

 

LEER UN BUEN RATO 

 

En este mes que la NASA anuncia habrá un hotel en el espacio, el Voyager Station, donde ya se podrá ir en dos años a hospedarse y estar dentro del alojamiento, chupando a placer y viendo la tierra y las estrellas y gravitando como astronauta. Si Julio Verne viviera. Se fue julio y acabaron los memes del cantante. Julio es el mes intermedio del año y en este mismo año de pandemia, ahí vamos capoteándola, poco a poco, paso a paso en el cuidado del maldito virus. Hay una campaña mundial por leer. Los jóvenes no leen. Hay que enseñarlos a leer, acostumbrarlos a que lo hagan, sea cual sea el medio: diario, revista, folletos, libros, Tv y Novelas o Tv Notas, cualquier cosa impresa. Menos aún ahora en la época del Internet, donde los aparatitos telefónicos distraen a jóvenes y adultos. Mientras que en Europa la media de lectura es de 11 libros al año, en nuestro país es tan sólo de 2.9. La clase baja mexicana no es la única que enfrenta este problema, pues cuatro de cada 10 connacionales del sector más rico de la nación no lee. Pocos leen, a los chavos les debe dar ‘hueva’ leer. Es la gente grande la que lee. Hace un par de días, aprovechando el tiempo olímpico, hice una limpia en mi cuarto, donde dormían conmigo unos 50 libros, ellos eran los que veían mí anochecer y despertar. Después de una limpia se fueron a su lugar, a la biblioteca pequeña que tengo abajo, y dejé unos dos o tres para las noches de lectura. Me quedé con uno de cuentos de Hemingway, y otro de Gabriel García Márquez, de sus columnas periodistas. Fenomenales los dos. García Márquez decía que el mejor cuento de Ernest Hemingway, un cuento corto, era ‘El gato bajo la lluvia’, búsquenlo, aparece en Internet y léanlo en cinco minutos, es extraordinario. Además, hay que ingeniárselas para leer a máxima velocidad. El presidente Kennedy desde sus tiempos de estudiante de Harvard, presumía que leía a la velocidad de 1 mil 200 palabras por minuto, y retenía todo. Charles de Gaulle era de mente brillante, leía un discurso de cuatro páginas, y con eso sobraba para memorizarlo.  

 

LEER PARA APRENDER. 

 

Quien esto escribe lee como Dios le ayuda, a los sobresaltos y a veces a las cabeceadas y los bostezos. Suelo hojear las primeras 20 páginas de un libro, si no me atrae, se va a formar parte de la hemeroteca, al carajo. Al olvido. Ah, pero si me prende, me dan las doce, la una y las tres, como canta Joaquín Sabina. El escritor Juan José Millas, escribió: “Me piden a veces que hojee libros o revistas y que informe sobre ellos. Cuando digo que para informar necesito leer todo el texto, me miran con piedad, como a un tonto. Nadie lee un libro entero en la actualidad. No hay tiempo, es para ayer, por Dios, ábrelo por tres o cuatro sitios para hacerte una idea. El problema es que los libros siempre se abren por donde no deben, para engañarte”. Honoré de Balzac, según la biografía de Balzac escrita por André Maurois, el ojo del novelista francés ‘abarcaba siete a ocho líneas de un solo vistazo, y frecuentemente le bastaba una sola palabra en la frase para captar el sentido’. Es un dato histórico que el famoso filósofo y economista inglés, Mills, no alcanzaba a dar vuelta las páginas de los libros tan rápido como era capaz de leerlas. John F. Kennedy fue uno de los más notorios alumnos de Evelyn Wood, precursora del método moderno de lectura veloz en los Estados Unidos. Otros dos moradores de la Casa Blanca, Theodore Roosevelt y Jimmy Carter, también se destacaron como lectores rápidos. Estoy en eso porque leí un libro en dos días. De miedo. De amanecer con él. Del periodista Alejandro Almazán: “Chicas Kaláshnikov y otras crónicas”. Tremendo. Voy a su contraportada: Da cuenta de “los sicarios y los levantados; los verdugos y los asesinados; los sobrevivientes y los que no la libraron; las armas, las balas, los cadáveres, los gatilleros, los traficantes, los soplones, los vigías, los testigos, los inocentes, los corruptos, los periodistas, los alcaldes… a todos ellos da voz y rostro Alejandro Almazán en 14 crónicas que retratan la asfixiante realidad de un país donde la violencia es de todos y a todos nos condena”. 

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