La otra cara del deporte / Zaira Rosas

Por: Zaira Rosas

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Cuando hay personas que preguntan por qué las feministas son tan insistentes con la defensa de sus derechos o por qué hay tantas marchas LGBTQ exigiendo igualdad, claramente cuestionan desde un privilegio en el que su vida puede ser encasillada dentro de lo normal, lo común. La mayoría de veces quienes hacen juicios o cuestionamientos sobre las necesidades de otras personas, es porque no han sufrido discriminación ni padecido algún atentado contra su integridad. De lo contrario también exigirían el respeto básico a sus libertades.

La mayoría de seres humanos carecemos de empatía ante situaciones ajenas. La pandemia actual es el mejor ejemplo de ello. Hasta que el virus no cruzó las fronteras de nuestras naciones no sentimos preocupación al respecto, de lo contrario quizás hubiésemos evitado su propagación. Y es esta misma falta de empatía la que hace que la desigualdad sea latente en la mayoría de ámbitos de nuestra vida. Hay desigualdad económica, pero también en el género y el mundo del deporte no es la excepción, aquí se engloban todas las anteriores.

A lo largo de la historia hemos visto a los atletas de países en vías de desarrollo luchando de manera incansable por ganar lugares en el pódium, escuchamos historias de su esfuerzo e incluso les dedicamos portadas en revistas porque al no contar con los recursos necesarios durante su preparación, cada triunfo se celebra al doble, pues además de vencer a sus contrincantes, luchan contra estereotipos y otras adversidades en la vida.

Además de los triunfos de las naciones y de todo lo que hay detrás de la preparación constante de los deportistas, hemos de hablar de todo tipo de juicios que reciben al ser representantes. Algunos son objeto de críticas por su género, durante años Ana Gabriela Guevara fue ampliamente cuestionada por sus rasgos físicos y no por su desempeño. Un caso similar tiene que enfrentar hoy en día Caster Semenya, una atleta sudafricana que fue excluida de los juegos olímpicos en Tokio.

Desgraciadamente los reglamentos de atletismo mundial exigen que los niveles de testosterona se encuentren por debajo de los 5 nanomales por litro, para lograr esto alguien que padece hiperandrogenismo como es el caso de Semenya, tendría que someterse a tratamientos hormonales, algo que la deportista no admite. Por ende, ha presentado todo tipo de disputas en las que los resultados no le favorecen, así que en esta ocasión deberá disfrutar de los juegos de Tokio en la distancia.

Sin embargo, la discriminación ha sido una constante en la vida de Caster Semenya, en 2009 fueron atletas derrotadas quienes señalaban que ella no es una mujer, posteriormente fue sometida a varios análisis y hay rumores de que en investigaciones fue declarada como hermafrodita, aunque dichos resultados no sean públicos.

Si bien es cierto que actualmente la reglamentación deportiva abarca categorías muy específicas en las que define la masculinidad o feminidad bajo estándares muy elementales y poco inclusivos, también hace evidente que detrás del ámbito deportivo aún es necesario hacer modificaciones que piensen en la diversidad de las personas. Al final lo que vislumbramos en cada competencia también es un reflejo de todo lo que nos urge modificar como sociedad.