Por: José Muñoz Cota
(In Memoriam)
Al fin lo sabemos: la íntima conciencia de la rebeldía es el amor.
El rebelde se ama a sí mismo; porque no soporta que le hagan daño. (Haz a otro lo que quisieras que te hicieran a ti.) Pero el rebelde -por expansión natural- ama a los de más y comparte del pan y del vino de su amor.
Yo digo mi amor; no lo impongo. Yo amo; no deseo la posesión en propiedad del bien amado.
Mi propiedad es el amor-el mío-el que me basta y me sobra para vivir no como una isla, sino en archipiélago de amor.