LA CAIDA ANUNCIADA 

*Y cuando despertó, ya estaba cesada. Camelot. 

 

LA CAIDA ANUNCIADA

 

AMLO data de los tiempos priistas. De cuando los dinosaurios pastaban sobre la faz de la tierra y el país era de un solo hombre, el presidente de la República. Allí se amamantó y destetó, conociendo todos los vericuetos presidenciales y los golpes bajos y rudos. Al presidente no se le enfrenta, mucho menos se le juega con deslealtades o berrinches. En la historia de México sobran casos. Cuando Luis Echeverría Álvarez era poderoso, el gobernador de Sonora querida, tierra consentida, Carlos Armando Biebrich, se había convertido en la revelación política del momento, era el Luis Miguel de aquellos tiempos. El presidente reformó la Constitución de su estado para hacerlo gobernador, por la edad que no alcanzaba. La historia la contó el periodista Jesús Blanco Ornelas, en un libro llamado ‘La historia de una infamia’. Pero no fue una infamia, fue que Biebrich en lugar de venir a México a cuadrarse a Los Pinos, iba directo con Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación, de quien decían los agoreros futuristas que sería el próximo presidente de México y Biebrich el de Gobernación y luego el relevo presidencial. Una vez lo encontró Echeverría y le dijo: “Sé que vas mucho a México y no pasas a saludarme”. Santo remedio. A los pocos días le armó una invasión de tierras y tuvo que renunciar y tuvo que irse al basurero de la historia. Así más o menos ocurrió con la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval. Cuando se buscaba el candidato al gobierno de Guerrero, Félix Salgado Maspedonio había sido palomeado por el presidente, pero Irma Eréndira y su hermano y el vago intelectual de John Ackerman, su marido, se fueron en contra de la decisión presidencial y derrumbaron al acusado de violación. Eso y unas casitas que les encontraron que no habían declarado, fueron la gota que derramó los vasos. El presidente no se lo perdonó. Y ayer se la cobró cesándola, renunciándola y exhibiéndola de frente, con el gesto enojado presidencial para que viera que las afrentas al presidente se pagan. Historia muy conocida.

 

AQUEL JUAN RAMON DE LA FUENTE

 

La anécdota, anédota, dirían en mi pueblo, fue en Veracruz, año del cual no me acuerdo, pero comían en un restaurante de mariscos, el Villa Rica Mocambo, quien esto escribe ahí andaba, comiendo entre los grandes picudos. Eran tiempos del gobernador Fidel Herrera Beltrán y andaba por aquí en misiones de conferencista, el expresidente de España, José María Aznar, madrileño de 68 años, cuarto presidente del gobierno de España desde la reinstauración de la democracia, presidente de 1999 a 2004, una gente de derechas, del Partido Popular (PP). Manuel Lila de Arce, secretario de Salud era el coordinador de los eventos de Aznar. Hacía calor y los ventiladores pujaban, en ese lugar siempre hay un conjunto tocando música guapachosa, ninguna sevillana ni nada parecido, ni siquiera aquella de: ‘En España, bendita tierra’. Comía también, recuerdo porque lo tenía casi a mi lado, Juan Ramón de la Fuente, ese hombre que ha sido de todo y sin medida, rector de la UNAM y secretario de Salud en tiempos de Ernesto Zedillo, chilango de 69 años y que hoy ocupa el cargo con AMLO de Representante de México ante Naciones Unidas (ONU), católico y hombre de derechas. En un momento, Aznar le preguntó, quizá conociendo la relación de ellos con el presidente: ¿Qué contaba Felipe Calderón? Juan Ramón cabeceó y solo le respondió que no lo había visto. Comento esto porque el presidente AMLO lo metió entre los nombres de sus consentidos para ponerlo entre los que pueden ser candidatos de Morena a la presidencia de la República, aunque parece que ya está apartado para la Sheinbaum, solo por eso me acordé de aquella anécdota veracruzana.

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