El PRI, obligado a renovarse, desaparecer o quedarse como partido chatarra

Como viene sucediendo desde la estrepitosa derrota del 2000, cuando Fox los arrolló, y en el 2006 cuando Madrazo relegó al PRI hasta la tercera fuerza, la primera reacción sugiere la renuncia del dirigente en turno, así sucedió con Dulce María Sauri, a quien Zedillo respaldó y ahora con Alejandro Moreno, a quien pocos respaldan. Pero ya no son los tiempos de aquellos ayeres, ahora ¿a quién piden la cabeza de “Alito”? Porque ni la nomenklatura parece tener fuerzas para despertar o individualmente movilizarse a raíz de las fuertes ataduras impuestas desde el poder que los mantiene inmovilizados. Estatutariamente sería asunto del Consejo Político el relevo o la ratificación priista pero sin brújula de orientación nadie saca la cabeza. Por allí se oyen voces sobre que Alfredo del Mazo, dado los triunfos priistas en el estado que gobierna, pudiera dirigir los cambios, sin razonar hasta qué grado está sometido frente al gobierno federal. Ni este gobernador ni el de Oaxaca garantizan un priismo genuino, pues su entrega a AMLO es manifiesta. He allí el camino sembrado de ortigas que debe recorres el PRI rumbo a su extinción, a su resurrección o permanecer en el limbo del gran chatarral.