Golondrinas a Gatell / Sergio González Levet

Sin tacto

Golondrinas a Gatell

Por Sergio González Levet

 

El viernes pasado sucedió lo que muchos mexicanos inteligentes y de bien estaban esperando desde hace mucho, mucho tiempo: por fin culminó el frívolo espectáculo cotidiano del doctor Hugo López Ramírez (se pone el apellido materno de su padre, Gatell, con la inútil idea de hacer patente un apellido no español -que en este caso es decir no mexicano-), quien todas las tardes-noches nos recetaba su chistosa visión de cómo estaba tratando el Gobierno de México a la pandemia de la Covid-19.

Acabó así la vespertinera de este seudo científico, que llegó a imaginar que competía con el rating de las mañaneras de su jefe e impulsor, y que le estaba ganando en la aceptación popular. El pobre…

El exhibicionismo y la vanidad de este dudoso doctor lo llevaron a plantearse como la estrella número dos del régimen de la Cuatroté (porque todos los morenistas saben que sólo hay un sol que refulge presidiendo el horizonte).

Pero en el pecado llevó la penitencia porque la sobreexposición en los medios con un tema que preocupaba a todo el mundo lo llevó a encumbrarse en un momento, y ésa fue su perdición.

El doctor López (Gatell) Ramírez tuvo su momento de gloria y muy posiblemente cayó en el síndrome de Luzbel, pues quiso ser más que su dios.

Pero el lopezobradorismo está asentado sobre la base firme del caudillo inexpugnable, y así nuestro popular doctor terminó por convertirse en un ángel caído, en un juguete del destino, o más bien en un juguete de su Patriarca, que lo obligó a llegar hasta a la degradación.

Porque no es menos que vergonzoso escuchar a ese insaciable papanatas, disfrazado de científico, decir que “el cubrebocas sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve”.

Y así cuántas burradas más para tratar de justificar las ocurrencias de su jefe; burradas que quedan consignadas para la historia de la ignominia de este personaje desechable.

Se fue “Gatell” y su nombre y figura se irán difuminando irremediablemente, hasta que quede como una anécdota más en la historia de este régimen tan lleno de incidentes.

Hugo López Ramírez empieza a ser encerrado en el baúl de la historia y no tendrá otra oportunidad.

¿Recuerdan la burlona canción de Adiós Mamá Carlota que el juarista Vicente Riva Palacio compuso para la emperatriz de Maximiliano?

Adiós doctor Gatell, te llevas tus recuerdos. Adiós tus ilusiones. Adiós tu tierno amor…

 

sglevet@gmail.com