EL GRAN EDUARDO GALEANO 

*“Y los días se echaron a caminar. Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”. Eduardo Galeano. Camelot. 

 

EL GRAN EDUARDO GALEANO

 

Nunca le conocí y debí haber ido a una de esas grandes conferencias que exhibía, cuando venía invitado por la Universidad Veracruzana (UV) a Xalapa, en Veracruz. Pero he leído los más libros que he podido de él. Es extraordinario. Alguna vez, en Buenos Aires me metí a una de sus extraordinarias librerías y me traje algunos del gran Eduardo Galeano.

Eduardo Germán María Hughes Galeano (Montevideo, 3 de septiembre de 1940-, 13 de abril de 2015), que a sus setenta y pico de años murió de un cáncer. Fue un periodista y escritor uruguayo, considerado uno de los escritores más influyentes de la izquierda latinoamericana. Sus libros más conocidos, Las venas abiertas de América Latina (1971) y Memoria del fuego (1986), han sido traducidos a veinte idiomas. Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos y combinan documental, ficción, periodismo, análisis político e historia. Alguna vez, el presidente Bill Clinton, que era lector bueno, habló de su grandeza. Esa vez en Buenos Aires, Argentina, me hice de varios libros, entre ellos este llamado “El libro de los abrazos”, que ahora jalé de mi biblioteca y extraje, por ser Día del Niño y la Niña, unos pasajes bellísimos de ese gran escritor. Van.

 

AYUDAME A MIRAR (EDUARDO GALEANO)

 

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.

Viajaron al sur.

Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.

Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.

Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

— ¡Ayúdame a mirar!

 

LA PAJARITA (EDUARDO GALEANO)

 

Ella estaba sentada en una silla alta, ante un plato de sopa que le llegaba a la altura de los ojos. Tenía la nariz fruncida y los dientes apretados y los brazos cruzados. La madre pidió auxilio:

– Cuéntale un cuento, Onelio, pidió -. Cuéntale, tú que eres escritor.

Y Onelio Jorge Cardoso, esgrimiendo una cucharada de sopa, comenzó su relato:

– Había una vez una pajarita que no quería comer la comidita. La pajarita tenía el piquito cerradito, cerradito, y la mamita le decía: «Te vas a quedar enanita, pajarita, si no comes la comidita.» Pero la pajarita no hacía caso a la mamita y no abría su piquito…

Y entonces la niña lo interrumpió:

-Qué pajarita de mierdita- opinó.

 

CELEBRACION DE LA FANTASIA (Eduardo Galeano)

 

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas. Y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra. Cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía porque la estaba usando en no sé qué, aburridas anotaciones. Pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Y súbitamente, se corrió la voz. Y de buenas a primeras, me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado. Había quien quería un cóndor.

Y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca.

“Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima”, dijo

“¿Y anda bien?”, le pregunté

“Atrasa un poco”, reconoció.

www.gilbertohaazdiez.com