LOS OSCAR DE LA ACADEMIA 

*Francamente, querida, me importa un bledo. Frase inmortal de Clark Gable a Scarlett O’Hara, Vivian Leight, en la cinta Lo que el viento se llevó, cuando ganó su Oscar. Camelot 

 

LOS OSCAR DE LA ACADEMIA

 

Confieso que, desde chiquillo, he sido cinéfilo. En mi pueblo, White Land (tradúzcase Tierra Blanca), había tres cines, de aquellos cines viejos donde las butacas eran de madera y no existían las dulcerías y los chamacos cambujos iban ofreciendo entre películas la venta de los cacahuates y los chescos y no recuerdo si las palomitas. En uno cines también, a veces, te daban un palo con clavo, porque luego las ratas aparecían queriendo ver la película a tu lado. Eran tres: El cine Margo, el Tierra Blanca y el de los ferrocarrileros de la Sección 25, donde mi padre controlaba algo de la compra de películas. Hubo una vez que, por la maldita calor, le instalaron unos ventiladores donde, para refrescar le ponían agua fría a un hule espuma dentro, algo refrescaba. Los aires acondicionados no existían, y si había debieron ser carísimos. Pues cierto día que me metí al cine, iba con un muchacho que ayudaba en la casa, cuando pasamos por ese aire, me dijo con singular alegría: “Patrón, este viento es de agua”. Y sí, pero del agua que ahí le ponían. Era tarde de domingo y había mucho que ver y escoger. El juego del Atlético de Madrid, donde el Cholo Simeone le da miedo coronarse y se engenta, cuando sacó al mexicano Héctor Herrera, un gran orquestador en la media, ese equipo se cayó y perdió, teniendo ahora posibilidades Real Madrid, Barcelona y hasta Sevilla de quitarle el liderato. Pero era tarde de Oscar. Y también de estreno de la serie Luis Miguel, el capítulo 3, donde de tantos millones que se conectan en algunos lugares se saturó la señal. Grabé el Oscar y lo vi más noche, muy aburrido, sin la parafernalia de otros años por el maldito Coronavirus. Pocas figuras, casi puro desconocido ganando los premios de la Academia. Confieso que la que ganó mejor dirección y mejor película y mejor actriz, ‘Nomadland’, me dio hueva verla desde hace dos meses que la vi anunciada, muy floja y aburrida, la actriz, Frances McDorman, es extraordinaria, pero a mí se me hizo cansada. La de Anthony Hopkins, Padre, ganador de mejor actor a sus 80 y pico de años, tampoco se me antoja verla, ya no veo películas de viejitos, quizá porque me veré retratado en ellas, jejeje. Si vi Mank, con el gran Gary Oldman, la historia de cuando filmaron el Ciudadano Kane, del gran Orson Wells, cuando se desafió al magnate William Randolph Hearts, que en su tiempo tenía 28 periódicos nacionales, era todo un tigre mediático, cinta buenísima en blanco y negro; también el Juicio a los 7 de Chicago, otra buena cinta. El escenario, dijo Chumel Torres, parecía un restaurante de Sanborns, en fin, noche de Oscar donde esta vez resultó deslucido, porque a veces así es la vida, Ces’t la vie, diría Lartigue, el francés.

 

LA INDIGNACION

 

El salvaje crimen a la jovencita Monserrat, en Veracruz, universitaria de 20 años, golpeada y asesinada, presuntamente por su novio, Marlon, ha escalado y trascendido a Veracruz, en tuiter le han escrito al presidente AMLO, que llame y dé órdenes y ponga un hasta aquí a tanto feminicidio en Veracruz, donde las asesinan y quedan impunes la gran mayoría de esos crímenes. El sábado pasado bajé a la conocida como Monumenta, o Anti Monumenta, un Memorial donde las mujeres, cuando hay crímenes malditos, como éste, llegan y ponen veladoras y las encienden y llenan de mensajes en cartulinas, junto a las flores, como un responso a una mujer asesinada: “Hoy estoy aquí, porque ella ya no está”, decía una cartulina. “Justicia para Monse”, se leía en otra. “Somos la voz de las que ya no están”. Los grupos colectivos, como Brujas del Mar, debían hacer plantones y exigir a este gobierno opaco, y a la Fiscalía, que vayan a detener al presunto. Alguien me dijo: “no pueden, andan ocupados deteniendo candidatos”. Otro me escribió: “El 6 de junio se las cobramos”. Descanse en paz, Monse, aunque no descansará en paz hasta no detener al culpable.

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