POR: JOSÉ MUÑOZ COTA
(In Memoriam)
Cuando se desea releer un libro, porque es hermoso o simplemente necesario, hay que buscarlo, confundido, despersonalizado, entre un montón de libros que gozan en desorden su libertad, como si fuera el ejercicio de un libre albedrío impostergable.
En esencia los libros tienen la misión de predictar y exaltar la libertad del hombre. Quizá no todos los libros, pero sí aquellos que se respeten a sí mismos y que, heroicamente no vendieron su alma al Becerro de Oro. Pero los hombres ingratos adquieren los libros con enfática furia sexual – ¡Oh Dr.Freud!, -y luego los encierran -compañeros de hilera- en “bibliotecas por metros”.
Los libros deben estar en todas partes, en el escritorio, en la cocina, en el baño o tirados en la calle para que alguien los levante y los lea.