En el Convento Agustino que se encuentra en Ilamatlán, fueron enceradas durante tres siglos las mujeres que caían en faltas a la moral. Así se libraron de ir a parar a la hoguera u otros castigos peores por la Santa Inquisición.
Si ese edificio, que se encuentra en Ilamatlán hablara, nos daría cuentas de tantas mujeres que cayeron allí para su desgracia y muchas veces las de sus hijos e hijas.
La que entraba, ya no volvía a salir nunca. Entonces además de renunciar al mundo, perdieron la juventud y la vida.
Así el pueblo huasteco se convirtió en claustro. El encierro duró hasta que murieron, la mayoría, de viejas. Por ser viejas les decían “anonas” ¿por su piel similar a la guanábana? No sabemos, pero hasta ahora la localidad tiene el mote de “Lugar de anonas”. Ya sea por la toponimia, por el uso del lenguaje náhuatl que allí predomina o por la multitud de mujeres en dicha condición.
Esto duró siglos. El 10 de junio de 1820 fue el último día de la Inquisición en la Nueva España, o sea México. A la mujer nunca se le reivindicó por este castigo.
Del confinamiento al que ha sido sometida en esta manera, se repdujo a lo largo y ancho del país en muchos lugares. Lo recordamos este día 25 en que se visten muchos de naranja, en honor a Las Mariposas de República Dominicana, y por la conjura contra la violencia a las mujeres, las niñas, los niños y las personas de la edad extensa. Esperamos que el Estado encuentre sus propias razones para restituir la dignidad a éstas y otras mujeres que han sido y siguen siendo castigadas por ejercer sus derechos a una vida libre.