La expropiación laboral

Este 18 de marzo no se celebró ni conmemoró la Expropiación Petrolera de 1938 como se acostumbra.

En Poza Rica no hubo fiestas ni carnaval, ni reuniones masivas de trabajadores en torno a sus secciones sindicales. Tampoco convivios masivos, ni muestras de cariños a la gente de la capital petrolera de México.

Esto por “la pandemia”, mejor dicho, por la epidemia de antisindicalismo desatado de los últimos años.

Ya teníamos en la región, al menos dos décadas, de reclutamiento de trabajadores en el régimen de prestadores de servicios profesionales no asalariados, o como ya se dice comúnmente “por honorarios”. Otros están “de confianza”. O sea, sin prestaciones, solamente pagados por su tiempo en la empresa, como se hace ahora en casi todas las dependencias de gobierno en el estado de Veracruz, y en las privadas.

Trabajar en Petróleos Mexicanos (Pemex), en la zona norte del Golfo de México, ha dado mucho de qué hablar. Pero poco se ha contado sobre la propiedad del trabajo que allí existe y que es inherente al Sindicato y a quienes lo integran. Muy desapegada de su idea original, y su construcción por los próceres que lo conformaron, porque, como es lógico, ya han pasado muchos años de eso y quienes lo apalancaban han ido falleciendo. Sin embargo, las diferentes secciones tienen claro, hasta la médula, que la importancia del mismo es de su interés general, pues allí nacieron y crecieron, y descienden de los que lo han hecho. Son los descendientes de quienes fueron migrantes golondrinos, atraídos por el trabajo, los que abrieron en el lodazal que era esa región del totonacapan huasteco, para edificar todas las construcciones para vivir, recrearse, convivir, divertirse, capacitarse, practicar deportes, trabajar y producir, almacenar y transportar petróleo. Su poder, a la fecha, es su trabajo. Sin éste, hace tiempo que la ciudad municipio y su zona conurbada, habría desaparecido. Ese poder que da el trabajo apalancado por los logros laborales inscritos en el Contrato Colectivo de Trabajo en un sindicato, y que aún gozan muchos, para el bien de sus familias, estaría en crisis, si no se cuidan, porque está visto que la vorágine a la que ha sometido la desaparición del sistema Capitalista como lo conocíamos, se lo quiere tragar, sin morderlo, y ya le ha dado grandes muestras de ello a otros sindicatos en el país, y que afectaría a miles y miles de familias, y la sociedad.

Para muestra, la desaparición de las escuelas Artículo 123. Una de ellas en el corazón de la ciudad, que atendía a 1800 alumnos, sólo en el turno matutino, pero después de que las desautorizó el gobierno como tal, de que ya no reciben subsidios, y que no están apoyadas por Pemex para beneficio de sus trabajadores y familias, está por perder un turno, y son raros los niños que pueden asistir, pues cada día, la miseria y la pobreza agobia más a la región. Actualmente, por la pandemia, no van, pero esto ya tiene más de un sexenio y cada día que pasa la “María Enriqueta Camarillo” revela lo que pasa en todas partes. Es la punta del iceberg de la caída del poder del trabajo petrolero, el periscopio de la crisis provocada por la baja del precio del crudo y el desmantelamiento de la empresa.