Sor Juana Inés de la Cruz

Sin tacto

Sor Juana Inés de la Cruz

Por Sergio González Levet

 

En esta fecha cercana al Día Internacional de la Mujer vale la pena recordar a una mexicana que es gloria de nuestras letras, persona brillante por su inteligencia y una de las primeras feministas del mundo, pues vivió en el siglo XVII.

Aunque falleció joven (nació en San Miguel Nepantla -hoy Estado de México- el 12 de noviembre de 1648 y falleció en la ciudad de México el 17 de abril de 1695, víctima de una epidemia, o sea que tenía apenas 46 años) logró componer una obra inmortal que perdura y sigue siendo leída, estudiada, acudida.

Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana escribió poemas sobre todo, pero también cultivó el teatro e hizo varios autos sacramentales (que eran obrillas dramáticas de tema eucarístico o sobre asuntos de carácter moral).

Hay que entender a esta mujer que aprendió a leer y a escribir a los cinco años y que tenía una inteligencia que desbordaba las posibilidades de su sexo en aquellos años, cuando el mundo estaba embebido por el oscurantismo de la Edad Media y España se proyectaba en el Siglo de Oro, tan dorado que duró 189 años, de 1492 a 1681.

Juana, hija de una familia pudiente, cercana a don Sebastián de Toledo Molina y Salazar, marqués de Mancera, que fue el vigésimo quinto virrey de la Nueva España. Pero su avidez por el conocimiento y su genio intelectual hubieran llamado la atención de los inquisidores españoles, así que decidió volverse monja, para poder enfrascarse en el estudio y la escritura dentro de un convento.

Seguramente Redondillas es el primer poema feminista del mundo, y sigue tan vigente como hace 331 años, cuando fue publicado en Madrid.

Dejo a la sagaz lectora y al candoroso lector este texto genial, porque nuca está de más leerlo de nuevo -o conocerlo-. Siempre es un acontecimiento para la emoción y la razón repasar lo que puso la Décima Musa:

 

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

 

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

 

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

 

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

el niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

 

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.

 

¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo,

y siente que no esté claro?

 

Con el favor y desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

 

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por crüel

y a otra por fácil culpáis.

 

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata, ofende,

y la que es fácil, enfada?

 

Mas, entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena.

 

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

 

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

 

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga,

o el que paga por pecar?

 

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

 

Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

 

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

 

sglevet@gmail.com