*De Mateo. “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos”. Camelot. 

 

TOUR DEL VIERNES PANDEMICO 

 

Muy temprano, hora de lechero, tomo la mugre y cara y mala y demorada autopista de Capufe, que entre todos, los peñanietistas y los cuatroteístas, han dejado en el olvido, no le quieren poner unas seis casetas de cobro a cada lado, en la de Fortín, frontera entre Córdoba y Orizaba, porque eso conlleva gastos y meter mas empleados a cobrar y eso va contra la austeridá (sic). Es la mañana que el gobernador Cuitláhuac, quien no se apuntó a comprar vacunas para los veracruzanos, critica a los alcaldes que, al menos, hacen el intento de comprar, y quieren desacreditar al empresario Alejandro Cossio, a quien por la mañana le mandan un desmentido de qué ni ha comprado vacunas ni se ha apuntado con Putín, que no es putín, es malo el canijo. Quienes le conocen, me dicen que Cossio es serio y ya hasta ofreció vacunas a gobernadores de la Alianza Federalista, ah, y que Cossio habla hasta ruso, lo que no hace Cuitláhuac. El Bronco de Nuevo León dice que no le comprarán a él, van directo con los laboratorios. Fui temprano a Xalapa a ver al dentista de Hollywood, Francisco Javier Zamudio, a una hojalateada a su consultorio de la calle Atzalán, de ahí a ver el mar de Veracruz. Café con mi hermano Enrique y con el amigo que no es rico, en Don Justo de Plaza Américas, de la familia de Manolo Fernández, el mejor café del mundo, de allí, después de componer el mundo, despuesito a una suculenta comida en Akelarre, el de Tuero Molina, que ese nombre es de brujas que se reunían a rituales, uno allí se reúne a tragar bien. Y allí nos comimos una lengua a la veracruzana y un guisado y yo mero un cocido madrileño, como en La Bola de Madrid, ese lugar que el bien recordado notario, Gerardo Gil Ortiz, me recomendó alguna vez de hace muchos años y no he dejado de ir cada que voy a la calle de La Bola, en Madrid, chulona mía, donde tragas hasta el cansancio, y no es caro, la última vez que allí anduve andaba el plato en 25 euros y con eso tenías para en tres días no tener hambre. Y comentábamos en esa mesa -donde tuvimos el gusto de saludar a un lector notiveriano, Alberto Duarte, hermano de aquel llamado Jefe Duarte, buen abogado y que fue procurador de Justicia con Chirinos, un empresario que allí comía en compañía de su esposa-, yo mero comentaba que el cocido nació de aquel cocido montañés, que se hacía en los pueblos de la España pobre, la que olía a caña, tabaco y brea, hacían el guisado con conejo. Como una vez que andaba callejeando por Valencia mía, jardín de España, y a la puerta de los restaurantes en la banqueta tienen las paellas listas, y un mesero me preguntó, cuando íbamos a comer, que cómo la quería, si cómo la comíamos nosotros o cómo la preparaban ellos. Cómo la hacen ustedes, le dije. Me aseguró que era con el arroz, los aceites y el azafrán y conejo, que nosotros le habíamos inventado los camarones y las almejas y todos los embutidos que se le meten. Y comí la suya, la de conejo. 

 

EL KUINITO 

 

Luego, envié a comprar unos chamorros al Kuinito, donde los prepara y atiende doña Guadalupe Vázquez Lagunes, desde hace muchísimos años. La pandemia no me había dejado llegar y envié por ellos.  He escrito alguna vez que son los mejores chamorros del mundo, superiores a unos que comí en París en Au Pied de Cochon, en la 6 Rue Coquillière, y que tienen sucursal en México en el hotel presidente Intercontinental, en Polanco. En ese París donde en sus calles encuentras placas de los héroes que cayeron en la resistencia Degaullista, en el París ocupado por los nazis. Esta de Veracruz tiene historia, está frente al hotel Lois en las calles aledañas, calle Costa Azul entre mar de Arabia y Báltico, además las salsas son extraordinarias y con los frijoles más ricos del mundo. Ustedes que viven en Veracruz y Boca del Río, tienen el privilegio de tenerlos a la mano. Además, así consumimos lo que Veracruz produce, que por lo regular es buenísimo. 

Era un día bello, el frio se iba, las chamarras se hacían a un lado, Veracruz y Boca del Rio relucían con cielo abierto, paseamos por el malecón después de la comida y vimos el bello mar. El regreso con la visita familiar a mi hermana y mi londinense sobrina, que ya se va a Londres, y con mi hija y nietos a verlos con la sana distancia y con los protocolos necesarios, y tomar de regreso la mugre autopista para llegar, casi a las 10, a ver el programa Es la hora de opinar, donde Leo Zuckerman y Tania Libertad y Julio Patán, llevaron el programa como un pequeño homenaje al gran Armando Manzanero. Y esa tarde no vi llover, ni gente correr.  

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